La desaceleración de la economía, el creciente déficit público y la necesidad de frenar el deterioro del poder adquisitivo de la clase media serán los principales retos en política económica del próximo Gobierno de Israel.

El anuncio de la desviación del déficit del 2% previsto a un 4,2% - unos 10.440 millones de dólares -, pocos días antes de las elecciones, puso sobre la mesa la cuestión económica en plena campaña electoral, lo que afectó al primer ministro saliente, Binyamín Netanyahu, que hubiera preferido seguir centrándose en sus puntos fuertes, los asuntos de defensa y seguridad.

Sea cual sea el que salga de las urnas, el próximo Gobierno deberá poner en marcha medidas de austeridad destinadas a controlar el déficit - limitado por ley a un 3% -, lo que complicará aún más la aprobación de un presupuesto, después de que la incapacidad del actual para lograrlo forzase la convocatoria adelantada de comicios.

Los analistas ven inevitable un aumento de los impuestos y auguran una subida del 1% en el IVA - que ya aumentó un 1% el pasado julio y se situó en el 17% - y de otro tanto en el IRPF, además de grandes recortes en el presupuesto de todos los ministerios, incluido el de Defensa, que actualmente funcionan con los planes de gasto de 2012 prorrogados.

Netanyahu aseguró que entre sus planes no está subir los impuestos, aunque no lo negó de forma tajante.

«No es mi inclinación natural. No creo que tengamos que subir los impuestos, porque la desviación del déficit estaba prevista y porque quizás los ingresos del gas natural sean mayores que lo esperado o tal vez se recuperen los mercados internacionales y se incrementen las exportaciones», afirmó el mandatario.

Con un 45% de su PIB procedente de la exportación, la recesión de varios países europeos, el pobre crecimiento en EE.UU y la bajada del crecimiento en China provocaron una desaceleración de la economía israelí, que pasó de crecer al 5,5% hace dos años a un ritmo del 3,3% en 2012, explicó Mijael Beenstock, profesor de Economía en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

El aumento del gasto público, con la extensión de la canasta de medicamentos y tratamientos cubiertos por la sanidad pública, la ampliación de la educación gratuita desde los tres años y el incremento del salario mínimo y del de los funcionarios contribuyó a empeorar el dato del déficit.

La subida del IVA y de los impuestos al tabaco y la cerveza a mitad del año, más el aumento del IRPF y de los impuestos a pequeñas y medianas empresas no lograron el crecimiento previsto de la recaudación - que fue en 2012 de 58.383 millones de dólares -, al derivar en una contracción del consumo privado.

«La desaceleración redujo los ingresos del Estado y aumentado el déficit, pero seguimos sin estar en una proporción peligrosa entre la deuda y el PIB, que sólo subió un 1%», agregó Beenstock, para quien «si se tiene en cuenta todo lo que está ocurriendo alrededor, Israel lo está haciendo bastante bien».

No lo ve tan bien el presidente del Banco de Israel, Stanley Fischer, que advirtió recientemente del riesgo de una recesión que podría doblar el déficit público.

Para controlarlo y situarlo alrededor del 3%, hará falta recortar el gasto público alrededor de un 4% y aumentar la recaudación de unos 5.000 millones de shekels (1.300 millones de dólares), aseguraron los expertos.

«Controlar el déficit será la gran prioridad del próximo Gobierno», aseguró el profesor Arié Arnón, del Departamento de Economía de la Universidad de Ben Gurión.

«Netanyah intentará cortar el gasto público y no subir los impuestos. Pero los recortes serán dramáticos y no es seguro que pueda hacerlo. Muchas de las negociaciones para la formación del próximo Gobierno versarán en torno a esto», añdió Arnón.

La izquierda tiene claro de donde hay que recortar: rebajar el presupuesto de Defensa - alrededor de un 7% del PIB -, parar la construcción de asentamientos en Cisjorfania y sus subsidios, rebajar los beneficios fiscales a las grandes empresas y fortunas y reducir la financiación de seminarios rabínicos cuyos estudiantes, judíos ultraortodoxos, ni trabajan ni hacen el servicio militar.

Pero los ultraortodoxos y los miembros del ultranacionalismo religioso, hasta ahora socios del Gobierno, no estarán por la labor de apoyar a un Ejecutivo que plantee un presupuesto que recorte las dotaciones al público ultraortodos y al movimiento colonizador en los territorios palestinos.

«Sacar adelante el presupuesto será un reto para el nuevo Gobierno, junto con otros dos desafíos importantes: bajar los precios de la vivienda - que subieron un 20% en cinco años - y reducir las subvenciones a los ultraortodoxos, que no trabajan pero reciben ayudas, por lo que, en realidad, se les paga para que no trabajen», opinó Beenstock.

Arnón señaló que, aunque ahora aún no lo es, «la desaceleración puede convertir en un problema el desempleo en los próximos años».

Esto agravaría lo que él considera los dos problemas más graves el país: la desigualdad, una de las mayores que se registra en la zona OCDE, y los crecientes niveles de pobreza, que ya afecta a un 20% de los israelíes, según el ministerio de Bienestar Social.

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