Dalia Rabin, hija del primer ministro, Itzjak Rabin, dijo que Israel «no aprendió nada» tras el magnicidio, mientras los israelíes conmemoraron en 20° aniversario del asesinato que consternó al país y frustró los esfuerzos de paz entre israelíes y palestinos. «Mamá, papá; no tengo buenas noticias. No hay tratativas, hay terrorismo, se sigue derramando sangre y el estancamiento crece. Y no tengo otro país y no reconozco mi país», dijo.
Durante una ceremonia oficial realizada en el Monte Herzel, en Jerusalén, junto a la tumba del fallecido primer ministro, Dalia Rabin habló sobre la violencia y la incitación que se sienten en Israel que hacen eco de la atmósfera previa al asesinato de su padre.
«Pensé que la oscuridad que había caído sobre la familia traería unidad y propósito. Desde entonces vi ríos de odio profundo y oscuro extendiéndose por todo el discurso público», dijo durante el acto.
«Este fuego, que consume todo lo bueno a su paso, es alimentado por una incitación desbocada, la misma incitación que generó la impresión de que estaba permitido matar a un primer ministro y de que era posible hacerlo», agregó.
En el acto intervinieron el presidente de Israel, Reuvén Rivlin, y el primer ministro, Binyamín Netanyahu, entre otras personalidades.
Rivlin dijo que «Rabin estaba preparado para pagar un alto y doloroso precio por sus objetivos políticos y, pese a su realismo y pragmatismo, nunca renunció a la idea de una Jerusalén unificada y completa».
«Rabin creía que cualquier llamamiento en contra de nuestra soberanía sobre Jerusalén era un llamamiento en contra de nuestra presencia sobre nuestra tierra», agregó.
Por su parte, Netanyahu afirmó en la ceremonia que el asesinato de Rabin supuso «una gran factura» en la sociedad israelí, «una herida que no sanará; nos deja a todos lesionados y apesadumbrados».
El primer ministro alabó el rechazo de Rabin a aceptar lo que consideró «la escandalosa posición de que somos al mismo tiempo víctimas y culpables».
«Él buscó acabar con el conflicto y trabajó por el bien del pueblo, pero también muy pronto se vio obligado a lidiar con olas brutales de terrorismo», añadió.
Más tarde, durante una sesión conmemorativa especial en el Parlamento, Netanyahu pintó un sombrío panorama en relación con la paz con los palestinos.
En su intervención, Netanyahu comparó la oleada de violencia que Israel enfrenta en la actualidad con la oleada de ataques con explosivos que Rabin y su Gobierno enfrentaron a principios de los '90 y culpó al extremismo palestino que no reconoce al Estado judío y desea destruir a Israel.
El primer ministro dijo además que su Gobierno tomará medidas unilaterales para «reducir la fricción» entre israelíes y palestinos, pero no las precisó.
Los palestinos «no están dispuestos a reconocer al Estado nacional judío. Enseñan a sus hijos a odiar a los judíos y ven a Israel como la raíz del mal», aseveró.
Netanyahu acusó en repetidas ocasiones al presidente de la Autoridaa Palestina (AP), Mahmud Abbás, al movimiento islamista en Israel y a Hamás de incitar a la violencia.
El líder opositor, el laborista Itzjak Herzog, culpó a Netanyahu durante la misma sesión por la actual situación de seguridad y rechazó su comparación con Rabin.
«Pasaron 20 años y el Estado de Israel aún extraña el liderazgo responsable que toma decisiones y evita liderazgos como el actual que pasa la responsabilidad a otros», destacó Herzog.
Otra ceremonia conmemorativa para Rabin se realizará el próximo sábado en la noche en Tel Aviv, en la plaza en la que ocurrió el asesinato y que lleva su nombre. El ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, socio cercano de Rabin, asistirá al acto y pronunciará un discurso.
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