Si Israel decidiera lanzar un ataque contra Irán, sus pilotos tendrían que volar más de 1.600 kilómetros a través de un espacio aéreo hostil, repostar durante el vuelo, neutralizar las defensas antiaéreas iraníes, atacar simultáneamente varios lugares subterráneos y utilizar más de 100 aviones.
Esta es la valoración de funcionarios de la Secretaría de Defensa y analistas militares próximos al Pentágono, que aseguran que un ataque dirigido a retrasar el programa nuclear iraní sería una operación enorme y altamente compleja. A su juicio, esta operación sería muy distinta a los ataques quirúrgicos contra el reactor nuclear en Siria en 2007, y contra el reactor de Osirak en 1981.
En los últimos meses aumentó la especulación sobre un ataque de Israel a Irán mientras crece la tensión entre ambos países. Tom Donilon, consejero de Seguridad Nacional, se encontró en Jerusalén con el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, y el jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor, Martin Dempsey, advirtió que un ataque israelí contra Irán en estos momentos sería desestabilizador, lo que demuestra la preocupación de Washington.
Pero mientras el portavoz israelí en Washington, Lior Weintraub, aseguró que su país continuaba presionando para que se apliquen sanciones más duras contra Irán, también reiteró que Israel, como Estados Unidos, mantiene abiertas todas las opciones.
En Washington se debaten las características de un ataque iraní y algunos analistas cuestionan incluso si Israel tiene la capacidad militar para llevarlo a cabo. Un serio temor es que EE.UU se vea obligado a finalizar la ofensiva, una tarea que, incluso con su mayor arsenal de aviones y munición, podría durar mucho tiempo en un año de elecciones presidenciales. Otro tema es las represalias iraníes.
Michael Hayden, e director de la CIA, advirtió que los ataques aéreos capaces de entorpecer seriamente el programa nuclear iraní están más allá de la capacidad de Israel, en parte por la distancia y por la magnitud de la misión.
Dado que Israel querría atacar las cuatro grandes plantas nucleares de Irán en Natanz, Fordo, Arak e Isfahán, los analistas dijeron que el primer problema sería llegar hasta ellas. Israel dispone de aviones de combate F-15I y F-161 de fabricación estadounidense que pueden cargar bombas hacia los objetivos, pero su radio de alcance - dependiendo de la altitud, velocidad y carga - se queda corto para recorrer los más de 3.200 kilómetros del vuelo de ida y vuelta. Eso sin contar el tiempo que se necesita para sobrevolar el objetivo ni la posibilidad de que haya que repeler ataques de aviones iraníes o sus misiles.
En todo caso, Israel tendría que utilizar aviones cisterna, aunque no es seguro que disponga de los suficientes. Incluso así, los aviones cisterna necesitarían ser protegidos por aún más aviones de combate.
De todos modos, Israel tendría que utilizar sus aviones de guerra electrónica para atravesar las defensas aéreas de Irán y causar interferencias en sus radares que permitan la creación de un pasillo para el ataque. Aunque las defensas antiaéreas iraníes sean de la generación pasada, no son nada desdeñables.
Los misiles iraníes podrían forzar a los aviones de guerra israelíes a maniobrar y a lanzar su munición incluso antes de haber alcanzado sus objetivos. Irán también podría devolver el ataque con misiles que podrían alcanzar Israel, lo que desataría una nueva guerra en Oriente Medio.
Otro gran obstáculo es el número bombas israelíes capaces de alcanzar las instalaciones de Natanz, que se cree que está enterrada bajo diez metros de bloques de hormigón reforzado, y las de Fordo, que está construida dentro de una montaña. Israel posee bombas antibúnker GBU-28 de fabricación estadounidense y de más de dos toneladas que podrían dañar instalaciones así de reforzadas aunque no está claro qué profundidad pueden alcanzar.
No obstante, altos cargos de la Defensa norteamericana aseguran que seguiría siendo difícil alcanzar las instalaciones más profundas con las bombas existentes.
«Existe una sola superpotencia en el mundo que puede llevar esto a cabo», declaró el teniente general David Deptula, que se retiró el año pasado como máximo oficial de la inteligencia de la Fuerza Aérea estadounidense y que organizó las campañas aéreas en 2011 en Afganistán y en la guerra del Golfo en 1991, «y no es precisamente Israel», aseguró.
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