Una semana después de la manifestación en el sur de Tel Aviv que exigió la deportación de inmigrantes africanos, la cual termino en violencia y detenciones, un pequeño grupo de manifestantes se reunieron en el mismo lugar, con la misma demanda: que el gobierno deporte a los miles de infiltrados que han entrado ilegalmente a Israel a través de Egipto.
Unos 200 manifestantes de extrema derecha y residentes locales se reunieron en la estación central de autobuses y se dirigieron al barrio Shapira para protestar por la gran afluencia de inmigrantes africanos en el sur de Tel Aviv.
Entre ellos estaban los conocidos activistas de ultraderecha Baruj Marzel e Itamar Ben-Gvir. Los participantes llevaron pancartas que instaban a una participación equitativa de los que se encuentra económicamente favorecidos al norte de Tel Aviv en la responsabilidad por la población migrante. «Este es el sur de Tel Aviv no, el sur de Sudán», decía un cartel.
Bajo la tensión del momento, los extremistas atacaron a Hananya Vanda, un ciudadano israelí de ascendencia etíope al cual se identificó erróneamente como un inmigrante. Algunos de los manifestantes lo insultaron y uno lo golpeó en la parte posterior de su cuello, pero no logró herirlo. Después de darse cuenta de que Vanda era judío, los radicales dijeron que no tenía intenciones de atacarlo.
«Esta gente está loca - declaró Vanda - Esto podría ocurrir en cualquier lugar. Vine porque estaba interesado en la protesta y me golpearon. En el trabajo, bromeaban con que yo no puedo caminar por aquí, y es verdad. Esto es lo que el racismo es», dijo.
Una mujer de 23 años, explicó que estaba tomando parte en la manifestación debido a que hacía un año había sido atacada por tres hombres, «y desde entonces todo ha empeorado", afirmó.
Otro vecino de la zona, anunció que «esta situación no puede continuar. La solución es dejar al 1% de los migrantes, los que tienen visas, porque hay algunos que trabajan. El resto deben ser enviados de regreso al sur de Sudán, ahora pueden volver allí».
Paralelamente a la manifestación, una contra-protesta se presentó en el lugar, denunciando «el odio y la intolerancia».
Shula Keshet, residente de Neveh Shaanán, añadió que era importante para ella tomar parte en la protesta para asegurarse de que no haya violencia contra los africanos, no importa de qué país eran. «Entiendo el dolor de la gente del lugar, pero la violencia contra los refugiados no es aceptable. Nuestra protesta es contra las políticas del gobierno y de la ciudad, y contra el apartheid en Tel Aviv y de los guetos que genera la pobreza. También es racismo que ni un solo refugiado sea enviado al norte de Tel Aviv», explicó Keshet.
Antes de la manifestación decenas de voluntarios de las organizaciones de ayuda a los refugiados, acompañaron a cientos de niños desde los jardines de infantes y guarderías en el sur de Tel Aviv hasta sus casas.
«Decidimos hacerlo luego de que muchos padres nos llamaran con miedo. Es triste que tengamos que caminar con ellos hasta sus casas, sólo por su origen étnico», dijo Noa Galili.
«Es hora de que los diputados y los ministros, en lugar de perder el tiempo avivando las llamas, se ocupen de los barrios del sur de la ciudad, para sacarlos de la negligencia de la cual también ellos son parte», dijo Galili. «Lo más importante es que los niños, israelíes y extranjeros, puedan vivir aquí en paz y tranquilidad. Un niño es un niño».
Mientras las acusaciones de un lado y del otro tenían lugar, un inmigrante sudanés de 22 años que llegó a Israel hace 18 meses expresó: «Tengo miedo de cualquier choque, pero no puedo volver a mi país. Si pudiera, elegiría algún otro lugar», aseguró.
En semanas recientes, el tema de la población migrante de Israel se ha convertido en una prioridad tras una ola de agresiones sexuales y robos por parte de extranjeros.
La gran protesta que tuvo lugar la semana pasada y a la que asistieron un número de diputados de ultraderecha, culminó con escenas de vandalismo y violentos ataques a varios migrantes. En ésta, la policía arrestó a seis manifestantes acusados de generar disturbios, incitaciones y amenazas.
El activista de extrema derecha, Baruj Marzel, uno de los líderes de la protesta, dijo que los manifestantes planeaban realizar manifestaciones diarias, y no permanecer en silencio «hasta que el primer ministro y el ministros de Interior comienzan a actuar, en lugar de hablar».
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