Cada año miles de israelíes viajan a Chipre para casarse. No se trata de una moda, ni se escapan intentando tener una boda romántica, sino que lo hacen presionados por el rabinato israelí, que tan sólo reconoce las bodas entre judíos por el rito ortodoxo, algo con lo que muchos israelíes no comulgan.
Sobre todo los laicos o los pertenecientes a las corrientes más abiertas como el reformismo o el movimiento conservador, aseguran que se niegan a pasar por el aro de los ortodoxos, que tienen el monopolio de los matrimonios, los divorcios, los bar-mitzvá, los funerales y todo el ciclo de la vida de los israelíes.
El rito ortodoxo se hace de acuerdo a la Halajá, el compendio de reglas y leyes rabínicas hebreas que los ortodoxos y los ultraortodoxos siguen a conciencia.
Según un informe, los ortodoxos y los ultraortodoxos llevan tan férreamente las riendas del matrimonio en el país, que Israel está en el número cero de una lista de 200 países numerados de mayor a menor libertad para casarse.
El informe fue encargado por la ONG Jidush (Renovación), que lucha por la libertad religiosa en Israel.
En el Estado hebreo, tan sólo las parejas de la misma religión se pueden casar entre sí dentro de sus fronteras, así que las más de 300.000 personas que no entran dentro de lo que el rabinato considera «judíos» porque no reconoce su conversión o porque sus madres no son judías, deben irse del país para casarse.
A ello hay que añadir a los judíos laicos que no tienen interés en casarse por ningún rito religioso, sobre todo el ortodoxo.
«El objetivo que teníamos en mente cuando encargamos el informe era demostrar que en esta cuestión Israel se encuentra al mismo nivel que los estados islámicos» explicó el director de Jidush, el rabino Uri Regev, «y esto entra en conflicto con los estándares del mundo moderno y democrático», agregó.
Para llamar la atención del Gobierno sobre este tema, sobre todo ahora que no hay ningún partido religioso en el nuevo gabinete, una organización a favor del matrimonio civil, «Israel Libre», organizó una pantomima de boda colectiva en la Plaza Rabín en Tel Aviv.
Durante esa falsa boda colectiva por lo civil, las parejas pisaron vasos de cristal en el suelo, como es tradicional en las bodas judías, y se casaron de manera simbólica.
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