El filósofo argentino, Darío Sztajnsrajber, sostiene que Rosh Hashaná es una celebración de identidad cultural, para muchos también religiosa, y un momento de encuentro familiar que además abre un período de gran espiritualidad, digno de ser compartido con todo el mundo.
«Es un momento para la reflexión. Hay una interrupción del tiempo real que permite pensar en el sentido de la existencia», dice este pensador de destacada labor docente en instituciones de la comunidad judeo-argentina.
Sztajnsrajber piensa que justamente eso es la espiritualidad: «salirse de la cotidianidad frenética y poder reflexionar sobre tu lugar en el mundo».
«Por eso el Rosh Hashaná no es una fecha más y estaría bueno compartirlo con todo el mundo, porque las subjetividades identitarias tienen que aportar a lo universal. No se es judío para adentro, se es judío para el mundo», sostiene.
La propuesta está en línea con su posición de un judaísmo abierto que el filósofo defendió en los prólogos de Posjudaísmo I y II, donde quedaron documentados debates al respecto.
«Es que en la vida judía no hay un consenso acerca de qué es ser judío. Algunos lo entienden como una religión, otros un pueblo, una nación, una cultura, una civilización. Y el judío argentino es una identidad mixta. No se es primero una cosa y después la otra.
Siempre aparece el fanático que, desde el polo judío o desde el polo argentino, te exige una definición, pero somos el guión: somos judeo-argentinos», se pronuncia.
Sztajnsrajber («el que escribe en la piedra», en idish) desciende de judíos europeos, tiene una pareja que no es de su colectividad y tres hijos, y se define como un judío secular, es decir, integrante del sector mayoritario de la comunidad que puede tener sus creencias o sus dudas personales pero no sigue la normativa religiosa.
Él, particularmente, no es creyente ni va al templo.
«Para la gran mayoría de los judíos de Argentina - explica - el festejo de Año Nuevo es el 31 de diciembre, porque nos manejamos con el calendario occidental; pero se festejan los dos y el Año Nuevo judío tiene más entidad de celebración identitaria, cultural, aunque también, para muchos, religiosa».
Rosh Hashaná se conecta con la religión «porque lo que se celebra es la creación del ser humano (5773 años), según el relato bíblico, pero los judíos seculares nos relacionamos con el Año Nuevo Judío desde el lugar más costumbrista».
«Nos reunimos a celebrar en familia porque todos nuestros antepasados lo hacían. El judaísmo tiene mucho de continuidad, de rememoración que encuentra lazos con ritos de los antepasados. Máxime, en un pueblo con una historia de muchas persecuciones. Entonces, juntarse a celebrar un nuevo año es como decir estamos vivos».
El filósofo refiere que Rosh Hashaná se festeja dos días. «La gente se viste bien, y es usual que incluso el no practicante de la religión vaya al templo, aunque sea la única vez en el año que lo hace. Suele ocurrir que la gente vaya al servicio del templo, que termina a eso de las 21:00, y de allí vuelva a sus casas a cenar».
«Son comilonas de la familia amplia. Las parejas suelen acordar pasar la primera noche con la familia de uno y la segunda con la de otro, y siempre hay discusiones por esto. Algunos no celebran, todo depende del grado de autoidentificación de cada uno con el judaísmo. Para mí, judío es el que se siente judío y eso requiere alguna práctica».
Sztajnsrajber dice que el tipo de comida depende mucho de cuál de las dos grandes vertientes culturales del judaísmo proviene la familia.
«Los sefaradíes vienen de países árabes y los ashkenazíes son de origen ruso-polaco-alemán. Entre éstos, por ejemplo, hay mucho pescado. El tradicional guefilte fish es una mezcla de tres pescados, que representa la pobreza de los judíos, el judío del shtetl (pequeño pueblito europeo), especialmente el judío polaco, y está hecho por tres pescados, porque eran las sobras», refiere.
Aclara que «no hay nada tradicional que se relacione con esto, es más costumbrista, de la cultura idish, de una historia familiar de 200 años, a diferencia de la matzá en Pesaj (fiesta de la libertad y la liberación judía de Egipto), que refiere a una historia bíblica».
«Sí en cambio es toda una tradición la manzana con miel para desear un año dulce. Cuando se desea año nuevo se dice Shaná Tová Umetuká».
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