Por fin el Likud y la derecha moderada han encontrado una fórmula para salvar el conflicto palestino-israelí. Ya no habrán de referirse más a la «resolución del conflicto». Ahora la frase es «gestión del conflicto».
Las explicaciones son múltiples, y todas suenan convincentes: la división entre Hamás y Al Fatah; la gran brecha que existe entre el Gobierno israelí y la Autoridad Palestina en lo relativo a las cuestiones básicas, y la excusa más común de todas: No hay ningún socio del otro lado.
Aparentemente, todo esto imposibilita la resolución del conflicto y el logro de un acuerdo de paz con los palestinos. Por lo tanto, el enfoque tiene que centrarse en el mantenimiento del status quo; por ejemplo, fortalecer la economía palestina; mejorar la situación general de la gente y tener ciertos gestos con la Autoridad Palestina, tales como la eliminación de barreras, pero no la liberación de prisioneros detenidos incluso antes de los Acuerdos de Oslo. Sólo se los liberará la próxima vez que se secuestre a un soldado israelí.
Mientras tanto, el ministro de Transporte, Israel Katz, ha planificado una ruta de ferrocarril para Cisjordania - ya se acercan las primarias del Likud; por su parte, Naftali Bennett, el ex jefe del Consejo de asentamientos en Judea y Samaria, propone un plan diplomático temporal para la gestión del conflicto. La idea de Bennett parece tener fundamento: Dado que es imposible resolver el conflicto o anexar Cisjordania, Israel debe proceder a la anexión unilateral de la zona C - bajo exclusivo control israelí -, y otorgarles plena ciudadanía israelí a los 55.000 palestinos que residen en el lugar.
El problema con los planes de Bennett, Katz y todos los demás que se proponen «gestionar» el conflicto, es que, en todos los casos, falta el segundo miembro necesario de la pareja para poder bailar el tango. No hay palestinos en esta historia. Se piensa que ellos estarán dispuestos a aceptar, con amor y sumisión, la anexión de un 60% de Cisjordania, y que se conformarán con poder viajar por la zona sin encontrar obstáculos ni soldados.
El verdadero problema es que, desde que la situación de la seguridad de Cisjordania se ha apaciguado, el público y los medios de comunicación israelíes prefieren ignorar la cuestión palestina y concentrarse en «noticias de ocio y entretenimiento» en los territorios: un nuevo teatro, un nuevo cine, un partido de fútbol, ??una carrera de coches, e incluso la apertura de una sucursal de Kentucky Fried Chicken en Ramallah. No queda nada más por decir acerca de la resolución del conflicto, y no hay nadie con quien hablar acerca de ello. Así que, suponiendo que las cosas vayan a permanecer tranquilas, la situación actual debe preservarse.
Pero ocurre que en las últimas semanas ha habido señales de un empeoramiento en materia de seguridad en Cisjordania. El pueblo palestino, que ha permanecido en un estado de apatía durante los últimos cuatro años y medio - desde el levantamiento de Gaza en junio de 2007 -, está mostrando los primeros signos de agitación. La huelga de hambre del recluso Khader Adnan ,ex portavoz de la Yihad Islámica, lanzó a cientos de personas a las calles, y el anuncio realizado en Internet por parte de un grupo de derecha israelí acerca del Monte del Templo, desencadenaron los peores enfrentamientos que se hayan registrado en el lugar en los últimos años.
Además, la suposición de que una economía palestina robustecida proporcionará inmunidad frente a una tercera Intifada, ya no es válida. El crecimiento de Cisjordania durante los últimos años se ha desacelerado, y tan sólo un pequeño estrato de empresarios y magnates puede disfrutar hoy de la «paz económica» de Netanyahu.
Es muy probable que esta tendencia se intensifique. Mientras mayor sea el progreso de los palestinos en sus esfuerzos internos de reconciliación - demorados a causa de la crisis de Hamás -, y más largo el estancamiento diplomático, mayor será el descontento del pueblo. Podemos suponer que la colocación de otro puesto de avanzada, u otro acto de violencia por parte de los judíos en los asentamientos, terminarán provocando el estallido del próximo enfrentamiento.
Aún no se perciben soluciones en el horizonte. La razón de ello no es la carencia de propuestas de todo tipo, sino la falta de voluntad de los líderes de ambas partes para hacer concesiones dolorosas que bien podrían costarles sus cargos.
El desentendimiento que exhiben los dirigentes frente a la urgente necesidad de la resolución del conflicto, y las acusaciones entre ellos, no hacen más que apresurar la próxima Intifada.
Fuente: Haaretz - 6.3.12
Traducción: www.israelenlinea.com
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