Admito que nunca creí que habría de llegar el momento de tener que escribir estas palabras. Lo hago porque el presidente de EE.UU, Barack Obama, ha convencido al presidente palestino, Mahmud Abbás (Abu Mazen) de no anunciar, en este preciso momento, el desmantelamiento de las instituciones de la Autoridad Palestina, y la «devolución de las llaves» de la autoridad de los territorios palestinos a Israel.
Ya que en los últimos tres años nunca hubo negociaciones serias con el gobierno del primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, y debido a que Abbás no tenía intenciones de perpetuar aquel mito de que existía realmente un diálogo significativo, el presidente de la Autoridad Palestina se sintió muy tentado a declarar la muerte del «proceso de paz» - pero el presidente de Estados Unidos lo instó a mantener el status quo. Es un error acceder a la petición de Obama: Abbás puede rectificarlo.
Los Acuerdos de Oslo supusieron una tremenda victoria para los grupos a favor de la paz en ambos lados. Y ese acuerdo no falló: Fue frustrado. El asesinato del primer ministro Itzjak Rabín; el terrorismo palestino y las victorias políticas de los opositores, tanto del lado palestino como del lado israelí, han hecho del acuerdo un dispositivo que ha permitido a las partes bloquear una solución de dos Estados.
Los opositores de Oslo, en ambos lados, quedaron profundamente asombrados al principio ante un proceso que prometía llevar adelante una partición del territorio en unos pocos años. Más tarde, ellos se encargaron de convertir a Oslo en una herramienta para evitar dicha partición, por medio de la prolongación del acuerdo provisional, alegando que, mientras no fuera reemplazado por uno permanente, aquél debe extenderse y revestir carácter vinculante para ambas partes.
Los adversarios de Oslo han hecho del acuerdo provisional - que supuestamente no habría de durar más de seis años, y servir solamente como un camino hacia una solución definitiva - un espacio de lucha donde pueden seguir construyendo asentamientos, o tejer sus sueños de un imperio islámico, sin tener que soportar sobre ellos la presión del mundo para que pongan fin al conflicto.
La evisceración del los Acuerdos de Oslo por parte de los extremistas ha sido completa. Han conseguido arrancar de raíz las negociaciones de estatuto permanente - donde ambas partes se comprometían a hacer frente a cuestiones fundamentales como la situación de Jerusalén, el destino de los refugiados palestinos y el futuro de los asentamientos israelíes - del proceso de paz. Han logrado evitar la creación de un Estado palestino basado en las fronteras de 1967 con intercambios de territorio, el establecimiento de dos capitales en el área actual de Jerusalén, la formulación de medidas de seguridad apropiadas, y una oportuna resolución simbólica y económica para el problema de los refugiados palestinos - tal como fuera propuesto en la Iniciativa de Ginebra, en la que Abbás estuvo involucrado en todos los detalles. Su objetivo es perpetuar el proceso provisional por tiempo indefinido, y cada día que pasa juega a su favor.
No es posible extender un acuerdo provisional durante casi 20 años. Esa no era la intención cuando nos decidimos a liderar el proceso de Oslo a finales de 1992 - Abbás desde Túnez, y yo desde Jerusalén -, o cuando trabajamos sin cesar en lo que más tarde se conocería como el «Acuerdo Beilin-Abu Mazen», entre 1993 y 1995.
Abbás y yo comprendemos perfectamente que la situación actual es una bomba de tiempo. Desde mi punto de vista, lo que está en juego es la pérdida de Israel como Estado judío y democrático. Desde el suyo, es la pérdida de la oportunidad de establecer un Estado palestino independiente. Y desde ambas perspectivas, el fracaso de la solución de dos Estados implica el grave peligro de la renovación de la violencia.
Cualquier persona que esté persuadida de esta situación debe decidirse a actuar. Abu Mazen puede hacerlo; para dar ese paso no necesita un socio. La declaración del fin del proceso de Oslo - justificada por el hecho de que el camino hacia un acuerdo de estatus permanente está bloqueado - constituye la opción más razonable y pacífica para poner de nuevo la cuestión en la agenda política mundial, con el objetivo de renovar los esfuerzos verdaderos para lograr una solución concluyente.
La disolución de la Autoridad Palestina y la restitución del control diario a Israel sería una medida que nadie podría ignorar. No se trata en absoluto de una manifestación frente a la Municipalidad de Ramallah, ni del recurso a las Naciones Unidas solicitando el estatus de estado-miembro. Se trata de un paso que sólo Abbás puede dar; un paso que habrá de exigir una respuesta.
Yo sé lo difícil que es. Sé cuántas decenas de miles de personas dependen de la Autoridad Palestina para su subsistencia. Soy capaz de apreciar todo lo que Mahmud Abbás y el primer ministro Salam Fayyad han logrado: la creación de instituciones palestinas; el desarrollo de una economía en condiciones prácticamente imposibles, y la promoción de la seguridad en Cisjordania.
Sin embrago, aun con todos aquellos logros, Abu Mazen necesita todavía rogar al gobierno de Israel para que libere su dinero de las aduanas, tiene que rogarles a los republicanos en el Congreso de EE.UU para que transfieran los fondos a la Autoridad Palestina y está obligado a comparecer, día tras día, ante sus críticos palestinos para explicarles por qué sus esfuerzos políticos están fracasando.
Por favor presidente Abbás: No permita que sea así como su misión política debe concluir; una misión que busca alcanzar la independencia palestina sin el uso de la violencia.
¡No lo dude ni por un momento! No acepte la petición del presidente Obama, que sólo desea que lo dejen tranquilo antes de las elecciones. No deje que el primer ministro Netanyahu se esconda detrás de la hoja de parra de la Autoridad Palestina. Impóngale, una vez más, la responsabilidad por el destino de 4 millones de palestinos. Continúe liderando la Organización para la Liberación de Palestina, que le otorgará la suficiente autoridad para dirigir las negociaciones políticas siempre y cuando éstas se reanuden.
Pero por el bien de su propio pueblo, y por el bien de la paz, usted no puede permitir que esta farsa continúe.
Es posible, por supuesto, que a la desaparición de Oslo no suceda el nacimiento de conversaciones de paz más sustantivas. Pero si eso ocurre, entonces por lo menos no habrá de ser usted - el hombre que acompañó el nacimiento del proceso de Oslo - el responsable de no haber evitado la distorsión total y absoluta de aquel proceso por parte de sus adversarios palestinos e israelíes.Notas realcionadas:
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