El Estado Islámico (EI) crucifica a los cristianos y demuele iglesias antiguas en Oriente Medio. ¿Por qué esta matanza se guarda en el silencio de los pasillos del Congreso norteamericano?
En agosto pasado, el presidente Barack Obama firmó la normativa que permitía la creación de un enviado especial encargado de ayudar a las antiguas comunidades cristianas y de otras minorías religiosas víctimas del terrorista EI, afirma un artículo de la revista estadounidense «Foreign Policy».
El proyecto de ley fue bastante modesto. La iniciativa sugiere un presupuesto de solo un millón de dólares, lo cual fue anunciado por la Casa Blanca sin demasiadas estridencias en un comunicado de prensa junto a una serie de leyes de perfil bajo. Ni Obama ni ningún legislador destacado hicieron referencia pública explícita alguna al respecto.
Siete meses más tarde, la situación sigue exactamente igual, lo que supone un pequeño pero concreto ejemplo de la pasividad de Washington ante la oleada de atrocidades cometidas contra los asirios, caldeos, y otras comunidades cristianas de Irak y Siria.
El EI sigue arrasando iglesias y antiguos monasterios, decapitando y crucificando cristianos, y continúa su campaña para expulsar a los cristianos de las ciudades y pueblos en que vivieron durante miles de años.
La ciudad iraquí de Mosul contaba con una población cristiana de 35.000 habitantes cuando las fuerzas norteamericanas invadieron el país en 2003; hoy en día, con la ciudad en manos del EI, la gran mayoría de cristianos se vio obligada a abandonarla.
A finales de febrero, el EI asaltó un grupo de aldeas cristianas en el noreste de Siria, volando sus iglesias y prendiendo fuego a sus casas. Al menos 250 personas fueron secuestradas y sólo recientemente algunas decenas de mujeres, niños y ancianos fueron puestos en libertad una vez sus familias y amigos pagaron un rescate por ellos. Los rehenes restantes no se ven desde entonces.
Un pequeño número de cristianos de todo el mundo recurrieron a las redes sociales para tratar de llamar la atención sobre las atrocidades del EI contra el cristianismo, pero pocos fieles estadounidenses parecen interesados por la situación de sus feligreses en Oriente Medio, recuerda «Foreign Policy».
Numerosos cristianos y organizaciones de esta religión son políticamente activos en materias nacionales como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero los problemas internacionales únicamente «intimidan a la gente», señaló Faith McDonnell, director de programas de libertad religiosa en el Instituto de Religión y Democracia con sede en Washington.
Sin embargo, Johnnie Moore, miembro de la junta directiva de la Asociación Nacional de Evangélicos, aseguró que notó un «gran cambio» en la conciencia de los feligreses en los últimos meses, sobre todo desde la decapitación grabada en video de 21 cristianos egipcios en una playa en Libia.
«Los cristianos quieren y esperan que el gobierno de Estados Unidos haga más y ellos están enojados porque no lo hace», afirmó Moore.
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