La ex secretaria de Estado y ex primera dama norteamericana, Hillary Clinton (67), hizo oficial su candidatura por el Partido Demócrata para competir en las elecciones de 2016, un secreto a voces, pero esperado, que la podría llevar a convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos.
Aunque Israel no se manifestó oficialmente luego del anuncio, conviene subrayar el enfoque de Clinton respecto a temas relacionados con el Estado judío y Oriente Medio.
La política exterior es una de las pocas áreas en las que Clinton no está de acuerdo con el presidente Obama. Criticó al mandatario por realizar un acercamiento cauteloso a las crisis globales, desestimando su doctrina de «no hagas nada estúpido» al señalar que «no es un principio de organización».
Como secretaria de Estado, Clinton defendió el dar armas a los rebeldes sirios que combatían al presidente Bashar al-Assad, una sugerencia que no fue tomada en cuenta por la Casa Blanca.
Al reconocer durante una entrevista que no estaba segura de que su recomendación habría cambiado la situación, aseguró que «el no haberlo hecho dejó un gran vacío, que ahora llenaron los yihadistas».
En las últimas semanas Clinton evitó comentar públicamente sobre las relaciones entre Estados Unidos e Israel, que se tensaron tras el discurso del primer ministro Binyamín Netanyahu en el Congreso sobre la amenaza del programa nuclear de Irán y su posterior reelección.
En su biografía expresó un apoyo cauto al acuerdo nuclear de Obama con Irán, aunque recalcó que «deben cuidarse los detalles». Anteriormente comentó su escepticismo a que Teherán cumpla con cualquier pacto logrado con Estados Unidos.
Como senadora de Nueva York mostró respaldo a Israel, pero describió su papel como secretaria de Estado como «la gritadora designada», que molestó a Netanyahu al exigir una inmovilización total a la expansión de los asentamientos en Cisjordania.
Clinton siempre condenó la «política de asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este, y pidió a Netanyahu que tome «autoridad moral» con los palestinos para relanzar el proceso de paz. Pero subrayó, sin embargo, que Estados Unidos «está del lado de Israel».
«Quiero reiterar que este gobierno (de Obama), como los gobiernos anteriores, es muy claro con Israel sobre que estas actividades retrasan las negociaciones de paz», dijo la entonces canciller en el Forum Sabán, en Washigton, sobre los asentamientos judíos en los territorios ocupados militarmente.
La canciller mantenía excelentes relaciones con el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, y con el entonces primer ministro de la AP, Salam Fayyad, y lamentó su renuncia.
No obstante, criticó la resolución de la ONU de recibir a la AP como Estado observador no miembro.
«Esas decisiones unilaterales deberían hacernos reflexionar a todos. Todas las partes deben considerar con cuidado el camino a seguir», aseguró.
«Debemos convencer a los palestinos de que las tratativas con Israel representan no sólo el mejor camino, sino el único», añadió.
«Cuando las partes estén preparadas para entrar en negociaciones directas para resolver el conflicto, Estados Unidos será un aliado absoluto para ambos», manifestó.
Sobre ese esquema, solicitó a Israel continuar con «los muchos esfuerzos honestos y de buena fe que sus responsables hicieron en los últimos años, y a los que no respondió como se debía desde la AP».
«Incluso si no pueden alcanzar un acuerdo completo, está en el interés de Israel seguir intentándolo: les da una autoridad moral que quiero que ocupen. Eso es lo que quiero que Israel ocupe: la autoridad moral», añadió Clinton.
La canciller norteamericana seguró que los palestinos «podrían haber tenido un Estado si hubieran trabajado con mi marido (el ex presidente de Bill Clinton) y (Ehud) Barak», entonces primer ministro, en las negociaciones de 2000 en Camp David con el fallecido líder palestino Yasser Arafat, a quien acusó de aceptar el acuerdo «cuando ya era tarde».
La jefa de la diplomacia estadounidense instó a Israel a «mejorar la confianza» con la AP, aunque admitió que no creía «que en el mundo de hoy, hacer sólo eso no es suficiente para establecer un status quo sostenible en la zona a largo plazo».
«Tenemos un extremismo creciente, que es distinto al que había antes, una demografía diferente con poblaciones que presentan un problema para Israel y el problema de la tecnología: es muy difícil estar siempre por delante de los avances en armas», explicó.
En cuanto a las ofensivas israelíes sobre Gaza, siempre destacó que se produjeron «en respuesta a una lluvia insostenible de cohetes sobre el sur de Israel, por lo que Estados Unidos nunca dudó qué paso debía dar» y responzabilizó a Hamás y a las demás organizaciones terroristas que activan en la franja.
«El mundo sabe y siempre sabrá que cuando Israel sea amenazado, Estados Unidos estará allí», subrayó.
Posiblemente el mayor fracaso de Hillary Clinton como jefa de la diplomacia fue la respuesta a los ataques contra la representación de Estados Unidos en la ciudad libia de Bengasi, en 2012, que dejó cuatro muertos, incluido el embajador.
Los republicanos insisten en que ella no hizo todo lo que pudo, y la acusan de buscar minimizar lo ocurrido.
Pero lo que permanecerá vivo en la campaña para el 2016 será la respuesta que Clinton dio cuando legisladores republicanos la interrogaron en 2013 sobre las causas de ese ataque.
«¿Y qué diferencia eso hace ahora?», respondió, en una frase que hasta hoy retumba en los corredores del Congreso.
Por su parte, el actual secretario de Estado, John Kerry, elogió a su predecesora y destacó el trabajo «formidable» que hizo para reparar las relaciones de su país con el resto del mundo en general y con los países de Oriente Medio en especial.
«Hizo un trabajo formidable para reconstruir lazos que fueron hechos pedazos en los años anteriores», declaró Kerry a la cadena estadounidense ABC.
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