Dieciseis años después del inicio de las investigaciones y 40 días antes de las elecciones, el ministro israelí de Exteriores, Avigdor Liberman, conoció por fin su veredicto: una sentencia que no es tan grave como podía imaginarse en los últimos años ante la gravedad de las sospechas pero que le podría obligar a dimitir ante los próximos comicios de enero.
Por un lado, el fiscal general y asesor legal del Gobierno, Yehuda Wainstein, anunció el cierre del principal caso de corrupción en el que se sospechaba que Liberman había cometido fraude, blanqueo de dinero y acoso de testigos. Por otro, sin embargo, le procesará por abuso de confianza y fraude en un 'affaire' menor relacionado con el nombramiento de su asesor Zeev Ben-Arié como embajador en Bielorrusia.
En 2008, el diplomático informó al entonces diputado opositor Liberman de las investigaciones que realizaban las autoridades israelíes. De hecho, le hizo llegar ilegalmente una documentación confidencial. Tras un acuerdo con la fiscalía, Ben Arié fue acusado y condenado a cuatro meses de servicio social además de ser expulsado del cuerpo diplomático.
«Liberman cometió un daño importante en la confianza del público y grave conflicto de intereses», escribió Wainstein.
Pese a esta acusación, Liberman se liberó de imputaciones más graves según las cuales la Policía había recomendado someterlo a juicio. Desde 1996, una enorme nube de sospechas e insinuaciones le acompañaban en su carrera política que empezó como director general del Likud hasta convertirse en líder del partido ultranacionalista Israel Beiteinu y canciller de Israel.
En un primer instante, le investigaron por una supuesta financiación irregular electoral. Posteriormente las pesquisas se ampliaron sobre la posibilidad de que durante el periodo 2001-2008 el diputado y posteriormente ministro Liberman recibió millones de dólares a través de varias empresas tapadera en Israel y Chipre sin informar a las autoridades.
La gran pregunta de hoy era si Liberman dimitiría al considerar que no se trata de un caso de máxima gravedad o si concluiría sus días en la cancillería de Jerusalén hasta la formación del nuevo Ejecutivo.
El dilema se resolvió en un discurso pronunciado por el propio Liberman ante jóvenes de su partido en el cual afirmó que no renunciará a sus cargos, pero que se pondrá inmediatamente a disposición de la Justicia para obtener un juicio rápido sin recurrir a su derecho de inmunidad que le corresponde por ser miembro del Parlamento.
La jefa del partido laborista, Shelly Yachimovich, exigió su inmediata dimisión. Liberman es el número dos de la lista conjunta electoral con el Likud de Binyamín Netanyahu. Según los sondeos de intenció de voto, su partido ganaría ampliamente por una diferencia de más de 19 escaños por delante del Partido Laborista.
«El primer ministro felicitó a Liberman por el hecho de que las principales acusaciones contra él en la última década fueron descartadas», dice en la nota emitida desde la Oficina de Netanyahu. Y añade: «Confío y respeto en nuestro sistema judicial. El derecho de todo ciudadano en Israel a defenderse también lo tiene el ministro Liberman y le deseo que demuestre su inocencia en el único asunto que queda».
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