Expertos calculan en 600.000 las obras de arte confiscadas a los judíos durante el Holocausto, de las cuales 100.000 aún no fueron localizadas, y su restitución es una asignatura pendiente en la que Israel busca tener un papel cada vez más activo.
En los últimos meses, se viene desarrollando un proceso en el Estado hebreo para localizar las obras de arte confiscadas a judíos durante la ocupación nazi en Europa y devolverlas a los herederos legales de sus propietarios originales.
Algunas de las piezas se encuentran en museos israelíes, otras en colecciones privadas, y la búsqueda de herederos se lleva a cabo en paralelo al debate sobre cómo investigar su procedencia o qué hacer con los bienes sin dueño.
Para dar respuesta a todos esos interrogantes, Tel Aviv albergó el primer foro para la Restitución de Bienes Culturales del Holocausto, con la participación de expertos que coincidieron en señalar que Israel debe desempeñar un papel predominante a la hora de investigar y reclamar las propiedades robadas, al igual que hacen Austria, Alemania, Francia u Holanda.
En 1998, Israel fue uno de los 44 países firmantes de los «Principios de Washington», once cláusulas relativas a la recuperación de activos y piezas saqueadas durante el nazismo y la Segunda Guerra Mundial a víctimas de la Shoá.
«Desde entonces no se hizo nada de forma organizada en Israel y urgimos al Gobierno a que incluya esos principios en la legislación local para que museos y otros depositarios investiguen la procedencia y puedan dar con los objetos robados», explicó Elinor Kroitoru, jefa de la división de investigación de «Hashavá», organización gubernamental fundada en 2007 para localizar y restituir esas propiedades.
En Israel, «Hashavá» restituyó hasta la fecha unas 500 parcelas de terrenos y varias cuentas durmientes, bonos e inversiones en bancos locales desde antes del establecimiento de Israel valorados en 300.000 millones de shékels (87.043 millones de dólares).
En el ámbito del arte, la organización apenas logró recuperar seis obras, cuando se estima que al menos 1.400 piezas fueron traídas al país por una organización norteamericana judía cuyo destino último fundamentalmente fue el Museo de Israel.
Uno de los ponentes en la conferencia, Stuart E. Eizanstat, asesor especial sobre cuestiones del Holocausto del Departamento de Estado norteamericano y ex embajador de ese país ante la Unión Europea, señaló que Israel «no puede recurrir al resto del mundo demandando que devuelvan las obras robadas a sus herederos si no da ejemplo al respecto».
Como uno de los arquitectos de los «Principios de Washington», Eizanstat recomendó que cada museo israelí, entidad pública y privada al cargo de colecciones artísticas adopte dichos principios para investigar la procedencia de obras, obsequios, donaciones y adquisiciones.
Eizanstat sostuvo que se debe informar públicamente a «Hashavá» de las sospechas de robo de las obras a fin de que pueda localizarse a posibles herederos y en caso contrario los museos podrán continuar acogiendo la pieza.
Asimismo, exhortó al Parlamento hebreo a incluir los principios en el cuerpo legal y al Gobierno y al Ministerio de Cultura a destinar recursos a las instituciones relevantes para que puedan desarrollar las investigaciones requeridas.
El debate también atajó la cuestión de qué debe hacerse con las obras cuyos herederos no fueron encontrados, si deberían ser vendidas para beneficio de los supervivientes del Holocausto o expuestas para disfrute de la población.
Las organizaciones encargadas de localizar a los propietarios legales pudieron recuperar piezas que son fáciles de encontrar pues autores como Schille, Utrillo, Sisley, son conocidos.
«En otros casos, las obras son bosquejos a carboncillo y muchas veces sin la firma del autor por lo que son más complicados», apuntó Kroitoru.
A finales de los '90, el Museo de Israel recibió una donación de una pareja judía norteamericana de un Pizarro, que pudo ser recuperado por un heredero al ver publicada la obra en un catálogo.
«Se trata de cerrar el círculo, porque cuando restituimos el objeto también completamos la información sobre la familia, su árbol genealógico, fotos, documentos y firmas, un proceso muy emocional», añadió.
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