Organizaciones judías acusaron a Alemania de «complicidad moral» por ocultar durante más de dos años el hallazgo en un departamento de Munich de 1.500 pinturas confiscadas a judíos por los nazis, entre ellas obras de Picasso, Matisse, Klee y Chagall, valoradas en unos 1.500 millones de dólares, noticia que publicó el semanario alemán «Focus».
El portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, confirmó el hallazgo y explicó en una rueda de prensa que el Ejecutivo está desde hace meses al tanto de la investigación, en manos de la Fiscalía de Augsburgo, y ofreció expertos para analizar las obras.
El caso plantea un asunto muy complicado, tanto legal como moral, para las autoridades germanas. El régimen nazi saqueó sistemáticamente miles de obras de arte de museos de toda Europa. Un número indeterminado de ellas sigue desaparecido y los museos de todo el mundo llevaron a cabo investigaciones sobre los orígenes de sus exposiciones.
«Este caso muestra el grado de saqueo organizado de arte que se produjo en los museos y colecciones privadas en aquellos años», manifestaron varias asociaciones judías, que exigen que las pinturas sean devueltas a sus propietarios originales.
Las instituciones criticaron la falta de moral del Gobierno alemán por la ocultación de dichos bienes robados y la falta de transparencia en el tratamiento del caso. Para algunas familias judías, esas obras de arte son los únicos efectos personales de sus familiares asesinados durante el Holocausto.
«Es necesario que haya una total transparencia y esperamos que en los próximos días se publique una lista de obras y un calendario de restitución», afirmó Anne Webber, fundadora y directora de la Comisión para las Obras Robadas en Europa.
Por su parte, el presidente del Consejo Central de los Judíos Alemanes, Dieter Graumann, instó a que el proceso sea acelere para identificar a los legítimos propietarios de los cuadros.
Alemania prefirió mantener en secreto este asunto, dada la complejidad política y jurídica de las posibles devoluciones. El proceso de restitución al que se enfrenta el Gobierno es demasiado problemático. Karl-Sax Feddersen, abogado de la sala de subastas Lempertz en Colonia, donde se vendió un pastel del pintor expresionista alemán Max Beckmann, manifestó que un anciano de nombre Cornelius Gurlitt se puso en contacto con su oficina de Múnich y les ofreció el pastel de Beckmann. Resultó que la obra había fue comprada a un judío, que la vendió bajo coacción. Tras la venta, por 864.000 euros, al parecer Gurlitt le ofreció una parte a los herederos del propietario original.
La galería de arte Kornfeld de Berna también reconoció en un comunicado haber vendido dibujos que tenía en su poder Cornelius Gurlitt. La última vez, en 1990, por valor de 40.000 francos suizos, unos 32.500 euros. Las obras procedían de colecciones saqueadas por los nazis, adquiridas a precios muy bajos por Hildebrand Gurlitt, padre de Cornelius, admitieron desde Kornfeld.
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