El club Hapoel Katamón mira de lejos la primera división del fútbol de Israel pero conquistó el corazón de miles de fanáticos gracias a su estructura cooperativa y lemas antirracistas que lo convierten en una institución curiosa en el panorama deportivo y político del Estado hebreo.
Hapoel Katamón nació en 2007 como una escisión de Hapoel Jerusalén, el histórico conjunto de la ciudad vinculado al laborismo, cuando un hincha propuso crear un nuevo club y hacerlo propiedad de los seguidores cooperativizándolo. Éstos compraron quinientas participaciones de mil shekels (275 dólares) cada uno rescatando las ideas provenientes de la creación del Estado.
«Estábamos eufóricos. En su momento fue algo muy vanguardista», aseguró uno de sus fundadores, Ori Katz.
«Ahora está muy de moda montar cooperativas, pero nosotros recuperamos entonces la idea de que el fútbol no pertenece a los dueños del club, sino a sus simpatizantes», afirmó Katz.
En estos años, Hapoel Katamón superó con creces la prueba de la fidelidad. Entre 1.500 y 2.000 fanáticos acuden religiosamente cada viernes a los encuentros en el estadio Teddy de la capital israelí.
Del campo deportivo, en cambio, sigue estancado en la segunda división, donde cultiva una imagen de eterno aspirante al ascenso que falla en los momentos decisivos.
«A pesar de ello, no hay un sólo equipo en el mundo que genere en sus seguidores tal relación de identificación e importancia para la vida», señaló su director, Uri Sheratski. Una identificación que va más allá de lo estrictamente deportivo porque si en todo el mundo la elección del equipo de los amores tiene un elemento de simpatía, en Israel los conjuntos deportivos surgieron al calor de la central sindical o de la derecha nacionalista.
En Jerusalén, donde el primer equipo es el Beitar - parte de cuya hinchada dejó de ir al estadio y quemó el museo del club por haber contratado a dos futbolistas musulmanes -, Hapoel Katamón es un club opuesto al racismo y la violencia. En sus filas juegan dos futbolistas palestinos.
«El fútbol tiene mucha influencia en la sociedad. Los niños que van a ver al Beitar oyen a miles de personas gritar «Muerte a los árabes». Los que vienen aquí escuchan «Fundamos un nuevo equipo y nadie lo dominará», argumentó Adam Amorai, uno de sus socios más activos con apenas 25 años.
Sharatsky insistió en que el club «no es político», pero su puntero, Shai Arón, cree que el fútbol es una herramienta educativa de todos y para todos, frente al «modelo capitalista salvaje imperante en Israel».
«Podría intentar jugar en categorías superiores, pero para mí es una cuestión de prioridades», dijo Arón sobre un club que el salario medio no excede los 1.400 dólares mensuales.
«Hapoel Katamón es político. Punto. El mero hecho de ser cooperativa es un acto político. Y si decir no al racismo es de izquierda, entonces somos de izquierda», agregó Katz.
El analista político Leonardo Cohen, seguidor mexicano-israelí de 44 años, recalcó que encontró en el equipo sus propios valores, más que jugadas brillantes. E ironizó: «a veces no parece el mismo deporte que practica el FC Barcelona».
«Para mí significa todo lo que soy: de Jerusalén y de izquierda», resumió Zohar Miljgrub.
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