La mitad de los israelíes no paga impuestos bien porque no trabaja o porque sus sueldos son demasiado bajos, una situación que pone de manifiesto la creciente brecha social en un país que nació con un alto índice de justicia social pero en el que hoy reinan las políticas neoliberales.
Las estadísticas de los últimos años indican que en 2012 el 52,3% de todos los israelíes en edad laboral no contribuyeron a las arcas públicas con aportes salariales - sí lo hicieron mediante los impuestos indirectos -, según un informe divulgado por el Instituto Taub de Política Social.
Este centro de investigación del Joint, dedicado a analizar la situación macroeconómica y social del país, con sede en Jerusalén, indicó que no se trata de un dato aislado.
En 2010 no pagaron impuestos directos un 51,2% de los israelíes, y un año después un 49,7%.
«El peso de la recaudación fiscal sube de forma pronunciada en los deciles más altos: el decil superior aporta casi tres cuartas partes de todos los impuestos recaudados por ingresos», indicó el informe, publicado en coincidencia con el 66° aniversario de la independencia de Israel.
El Estado recauda casi el 90% de sus impuestos de los ingresos de los dos deciles que más ganan, indicio de un reparto desequilibrado de la riqueza nacional, una situación de la que la Organización para el Desarrollo y la Cooperación (OCDE) lleva varios años advirtiendo a Israel.
«La pobreza y la brecha social son motivos de preocupación. Israel debe adoptar una política de crecimiento inclusivo que integre a los que menos ganan», afirmó en ese sentido la gobernadora del Banco de Israel, Karnit Flug, en un reciente encuentro con periodistas.
La máxima ejecutiva del banco emisor puso especial énfasis en los dos colectivos más afectados, la minoría árabe y los ultraortodoxos judíos, aunque las medidas correctoras son imperativas en casi todos los estratos sociales.
Con un PIB per cápita que en 2013 superó los 130.000 shékels (unos 37.342 dólares), el reparto de la riqueza nacional se desequilibró por la rapidez con la que la economía local se desarrolló, dejando muy atrás la legislación necesaria para conseguir equilibrar los ingresos de todos los israelíes.
De esta forma, mientras en las últimas dos décadas el PIB per cápita creció un 51%, el salario de los israelíes sólo se vio incrementado en un 18,79%, según el investigador Israel Boxer del Instituto Taub.
Entre las pocas medidas correctoras introducidas están las de haber elevado el salario mínimo de 1.785 shékels en 1995 a 4.300 en la actualidad, aunque poco aportó ante el encarecimiento del costo de la vida y en particular de la vivienda, que carcomió todo el incremento.
Boxer explicó la paradoja de que entre 1995 y 2004 el salario creció a un ritmo mayor que el PIB per cápita, una tendencia que se invirtió en la última década.
«Los trabajadores produjeron crecimiento, pero los frutos se los llevaron otros», aseguró.
Las políticas neoliberales de los últimos gobiernos, con la que protegieron las inversiones y la consolidación de grupos familiares que hoy dominan el mercado, contribuyeron a un desequilibrio que en el verano de 2011 generó una enorme ola de protestas sociales.
Medio millón de israelíes salieron a las calles de muchas ciudades para exigir al Gobierno medidas contra la erosión de la clase media, afectada por la carestía de productos básicos y de la vivienda.
Las medidas de ayuda introducidas por el Gobierno del primer ministro, Binyamín Netanyahu, consiguieron disminuir las protestas, pero no frenaron en lo más mínimo una tendencia que en el futuro próximo puede convertirse en una bomba de tiempo para la sociedad israelí.
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