La economía israelí afronta a largo plazo una peligrosa «trampa demográfica» por el vertiginoso crecimiento de la población ultraortodoxa, que vive de las ayudas sociales y dobla su número cada 17 años.
La pobreza en la que vive esta comunidad, que junto a la árabe-palestina encabeza las estadísticas de hogares con menos ingresos en Israel, son uno de los mayores problemas de la sociedad y la economía israelí, según el Banco de Israel y estudios de la OCDE.
«Los ultraortodoxos crecen muy rápido y eso es muy peligroso. Su población se duplica cada 17 años y dentro de 50 años representarán un 26% del total de la población israelí», afirmó el gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, en un encuentro con periodistas en Jerusalén.
La problemática con esta comunidad, cuyos miembros están además exentos del servicio militar de tres años, tiene una doble dimensión, tanto religiosa como demográfica.
La primera se origina en que por creencias religiosas el hombre debe dedicar la mayor parte del día al estudio de las escrituras sagradas, la Torá, por lo que no trabaja y deja esa función en manos de sus mujeres, generalmente poco cualificadas y que cuando salen al mercado laboral lo hacen por media jornada.
La segunda dimensión tiene que ver con los índices de natalidad en la comunidad, que inspirada en la orden bíblica de «creced y multiplicaos» supera los 4,2 hijos por mujer, casi el triple que la población judía laica.
«El tamaño de la familia, el nivel educativo y los bajos salarios están interrelacionados», aseguró Fischer al exponer la relación que esos tres factores tienen con su situación de pobreza, de la que organismos internacionales como el PNUD o la OCDE llevan años alertando.
Ambos detectaron que Israel tenía el mayor índice de mano de obra desperdiciada de todas las economías occidentales y que demasiada gente dependía de la ayudas sociales.
La situación en la que los ultraortodoxos dependen del resto de la población no es soportable a largo plazo, no cuando su número crece de forma desproporcionada.
«El resto de la población no podrá mantenerlos. El país no puede seguir por ese camino», explicó Fischer, que en junio dejará su cargo.
Hace sólo una década un ultraortodoxo con 10 hijos costaba a las arcas del Estado en todo tipo de asistencias unos 10.000 shékels libres de impuesto (2.058 dólares de entonces), es decir, el equivalente a un sueldo de 17.000 shékels (3.497 dólares) si trabajasen.
Becas de estudio en seminaries rabínicos, descuentos fiscales, asistencias para viviendas y otras bonificaciones sociales y, sobre todo, asistencias por hijos, eran los mecanismos de subsistencia de una comunidad acostumbrada a vivir a cuenta del Estado.
Distintos estudios demuestran una relación de dependencia entre el número de hijos y el monto de la subvención - a mejores subvenciones mayor crecimiento demográfico ortodoxo -, aunque desde 2003 estas ayudas descendieron progresivamente.
Hoy, cada ultraortodoxo cuesta a la sociedad poco más de la mitad que hace una década, pero su rápido crecimiento demográfico anula el ahorro como grupo.
Un estudio difundido recientemente por el periódico económico «Calcalist», agregó al coste general de los ultraortodoxos un daño al PIB equivalente a 8.500 millones de shékels (2.310 millones de dólares) por no contribuir a la productividad.
En los últimos años se está produciendo un ligera corrección y, poco a poco, los ultraortodoxos llegan a aceptar que «la situación no puede continuar o, quizás mejor, que el país no puede continuar así», en palabras de Fischer.
«Los ultraortodoxos están redefiniendo su papel», aseguró.
Gracias a ello la fuerza laboral en Israel está creciendo y los niveles de pobreza bajando, tímidamente pero de forma sostenible.
Las primeras medidas correctoras fueron introducidas a raíz del ingreso de Israel en la OCDE en 2010, e incluyen las de favorecer el nivel educativo de ultraortodoxos y árabes para poder introducirlos en el mercado de trabajo con buenas posibilidades de encontrar empleo cualitativo.
«Hay una rápida incorporación al mercado laboral por parte de los varones, de un 38% en 2009 a un 45% en 2012», aseguró un informe del Banco de Israel.
Los programas del Gobierno israelí aspiran a que en 2020 un 63% de los varones de esta comunidad participen en la fuerza laboral con el fin de desactivar una bomba de relojería no sólo económica sino también social, a juzgar por los resultados en las últimas elecciones de los partidos que exigen un reparto más igualitario de las obligaciones.
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