«Pese a todos los ataques contra mí continuaré defendiendo nuestro Estado. Seguiré defendiendo a los ciudadanos de Israel», manifestó el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, en una reunión en el Parlamento, después de que un miembro de la Administración de EE.UU le tachara en el medio «The Atlantic», citado por el periodista Jeffrey Goldberg, de «cobarde» y considerara que su único deseo es «continuar en el poder».
Según la fuente allegada al presidente Barack Obama, Netanyahu es arrogante y no tiene el coraje para hacer la paz ni la guerra basando toda su política «corta de miras» en seguir ocupando la jefatura del Gobierno israelí.
«Lo bueno de Netanyahu es que tiene miedo de iniciar guerras. Lo malo es que no hará nada para conseguir un acuerdo con los palestinos o con los países árabes sunitas. Sólo le interesa protegerse de una derrota política», afirman desde la Casa Blanca antes de añadir en otra crítica envenenada que «No es Rabín ni Sharón ni por supuesto Begin».
«No tiene agallas para concesiones dolorosas en el proceso de paz, pero tampoco para ordenar un ataque contra las centrales nucleares iraníes, pese a las amenazas de los últimos años», según creen en el entorno del presidente norteamericano.
Según Goldberg - periodista muy cercano a Obama - las relaciones entre los dos Gobiernos nunca atravesaron un momento tan negativo. E insinúa que el próximo año podría ser peor, ya que EE.UU podría retirar el veto automático en la ONU.
Asimismo y citando personas que dialogaron con Netanyahu, afirmó que éste tiene previsto dirigirse al Congreso y al pueblo de EE.UU - ignorando a Obama - en caso de que llegue a un acuerdo con Irán sobre su plan nuclear.
Netanyahu afirmó que como primer ministro es «responsable de la seguridad de Israel. Me preocupo por las vidas de cada ciudadano y soldado. Estuve en el campo de batalla varias veces. Arriesgué mi vida por el país y no estoy preparado para hacer concesiones que pongan en peligro a nuestro Estado».
El jefe del Ejecutivo israelí negó asimismo que las relaciones bilaterales con EE.UU se vieron afectadas por los últimos cruces de declaraciones.
«Respeto y aprecio nuestras profundas relaciones con EE.UU. Desde la fundación de nuestro Estado tuvimos desavenencias con EE.UU y aún las tenemos. Pero eso no es a expensas de nuestras profundas relaciones entre nuestros pueblos y países», sostuvo.
El presidente israelí, Reuvén Rivlin se relacionó a la actual crisis entre ambos gobiernos y señaló irónicamente que «el Estado de Israel debe proteger tres principios. En primer lugar, las relaciones con EE.UU; después, las relaciones con EE.UU; y por último y no menos importante, las relaciones con EE.UU».
Menos diplomático fue el dirigente ultranacionalista religioso y ministro de Economía, Naftali Bennett: «Si estos graves insultos son ciertos y no se desmienten, la actual Administración pretende tirar a Israel a las ruedas del autobús. Ni el dirigente de Siria que masacró a 200.000 ciudadanos suyos ni el líder de Arabia Saudita que lapida a mujeres y homosexuales recibieron semejantes agravios».
Las críticas a Netanyahu por parte de EE.UU o la Unión Europea (UE) arreciaron a raíz del anuncio el lunes de la implementación de planes para construir más de un millar de viviendas en Jerusalén Este, territorio reclamado por los palestinos como su capital y no reconocido por la comunidad internacional bajo soberanía israelí.
El jefe del Ejecutivo hebreo defendió su decisión aduciendo que Israel tiene el mismo derecho a construir en Jerusalén, al igual que el Reino Unido lo hace en Londres o Francia en París, y que las críticas «promueven falsas esperanzas entre los palestinos».
La Casa Blanca elevó este martes el tono de las declaraciones y reiteró que consideraba la construcción en Jerusalén una medida que perjudica la paz y hará más difícil la reanudación de las tratativas entre israelíes y palestinos.
La nota es el último capítulo de la tensión que viven los lazos entre los dos gobiernos aliados desde que a principios de este año comenzara a fracasar la iniciativa de paz promovida un año antes por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry.
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