Israel habría realizado una serie de pruebas en el desierto del Negev, en el sur del país, para determinar los daños y consecuencias en caso de que fuerzas hostiles hicieran estallar una «bomba sucia», como se conocen los artefactos explosivos convencionales que contienen material radiactivo.
Para ello, según «Haaretz», el aparato de defensa israelí hizo detonar una veintena de estas bombas, en un proyecto que se prolongó por cuatro años en el reactor nuclear de Dimona.
La mayoría de esas explosiones se hicieron en pleno desierto y una fue realizada en una instalación cerrada.
La investigación concluyó que se registraron altos niveles de radiación en el centro cerrado, mientras que se estableció que había bajos niveles en la radiación dispersa en las partículas arrastradas por el viento que no representarían un peligro sustancial para las personas, más allá de los efectos de la explosión misma de la bomba.
Fuentes del reactor nuclear de Dimona, dijeron al rotativo que ese nivel de radiación no representa un peligro sustancial más allá del efecto psicológico.
Fue en 2010 que el personal de Dimona comenzó con una serie de pruebas, en un proyecto conocido como «Campo Verde», que concluyó en 2014.
Durante los experimentos, se efectuaron veinte detonaciones que involucraron entre 250 gramos y 25 kilogramos de explosivos junto con una sustancia radiactiva común conocida como 99mTc, que se utiliza para la producción imágenes médicas. En los experimentos se emplearon drones diminutos para medir la radiación, y sensores para medir la fuerza de la explosión.
Una prueba adicional, denominada «Casa Roja», fue diseñada especialmente para examinar un tipo de escenario en el que la «sustancia» es colocada en un espacio público lleno de gente.
Seis ensayos se realizaron con el material mezclado con agua en el sistema de ventilación de un edificio de dos pisos en una base del Comando de la Retaguardia, simulando un centro comercial.
Desde el punto de vista de los atacantes, el método resultó inefectivo, porque la mayor parte de la radiación se quedó en los filtros del aire acondicionado, reportó «Haaretz».
Si una bomba sucia explotaría en un lugar cerrado; se acordonaría el sitio por un largo tiempo hasta que el efecto desaparezca.
En 2013, el ministro de Defensa, Moshé Yaalón, advirtió que los iraníes estaban interesados en la promoción de la actividad terrorista, incluyendo el uso de una bomba sucia, contra varios objetivos occidentales.
La página web del Comando de la Retaguardia (Pikud Haoref o Defensa Civil) de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) incluye instrucciones de cómo responder a ese tipo de ataques.
Muchas de las conclusiones del informe fueron presentadas en simposios científicos e incorporados a las bases de datos de la ciencia nuclear.
Los investigadores, citados por «Haaretz», sostuvieron que estos experimentos tenían fines puramente defensivos y no ofensivos.
El temor por un ataque terrorista con una «bomba sucia» comenzó después de los atentados de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington. Una preocupación que se incrementó ante la inestabilidad política de países y gobiernos que cuentan con desarrollo nuclear, y el peligro de que material radiactivo llegue a manos de grupos extremistas.
Un ataque de ese tipo nunca fue llevado a cabo por terroristas; aunque el material radiactivo está disponible en sectores médicos e industriales.
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