Ocho candidatos competirán el 14 de junio para suceder como presidente de Irán a Mahmud Ahmadinejad. La disputa nuclear con Occidente es el tema central de las campañas electorales de todos los contrincantes.
Tanto los conservadores como los candidatos reformistas ven en el proyecto nuclear de Ahmadinejad la causa de la crisis política y económica que atraviesa el país.
Sin embargo, ninguno de los ocho rivales, todos leales al régimen de los ayatolás, propone cambiar la política nuclear suspendiendo el enriquecimiento de uranio, por ejemplo.
La Constitución de Irán concede al líder religioso supremo, el ayatolá Alí Jamenei, la prerrogativa de tener la última palabra en todos los asuntos de importancia estratégica. Esto vale no sólo para la política nuclear, sino también para los conflictos en Oriente Medio y las relaciones hostiles de Teherán con Israel y Estados Unidos.
El apoyo iraní al régimen sirio, así como la cooperación con las organizaciones terroristas Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza, también forman parte de la llamada política de Estado. Por ello, el presidente sólo puede implementar en esas cuestiones estratégicas, pero no cambiarlas.
A diferencia de lo ocurrido en 2009, cuando los dos candidatos de la oposición, Mir Hossein Mussawi y Mehdi Karrubi, provocaron suspenso y animación con una campaña electoral muy crítica con el régimen, esta vez el ambiente preelectoral es más bien aburrido.
Y es que todos los candidatos son muy leales al régimen y muy prudentes, también los dos aspirantes reformistas. Ninguno de ellos quiere compartir el destino de Mussawi y Karrubi, que se encuentran bajo un estricto arresto domiciliario desde febrero de 2011.
En cuanto a los debates televisivos, que hace cuatro años tuvieron altas cuotas de audiencia, incluso algunos medios iraníes se burlaron de ellos, comparándolos con programas infantiles y concursos de preguntas y respuestas, porque los candidatos contestaron mansamente las preguntas del moderador para evitar discusiones acaloradas como en 2009.
El Movimiento Verde de Mussawi no es ni la sombra de lo que fue. Después de que las fuerzas de seguridad reprimieran las protestas postelectorales en 2009, prácticamente le taparan la boca a Mussawi y encarcelaran a varios periodistas, disidentes e incluso a políticos reformistas, el Movimiento Verde de hecho sólo existe en páginas web prohibidas en Irán.
Es cierto que esta vez también hubieron algunas protestas organizadas en nombre del Movimiento Verde y, al parecer, también algunas detenciones, pero no hay rastro alguno de la oleada de protestas de antes y después de las elecciones de 2009.
En medio de la actual crisis económica, con una inflación de más del 40% y precios de vivienda inasequibles, la población está poco interesada en que haya suspenso electoral o manifestaciones de protesta.
Más de 50 millones de iraníes están convocados a las urnas. Una baja participación mejoraría las perspectivas del actual jefe de los negociadores nucleares de Irán, Said Yalili, cuyos seguidores pertenecen a al bando de Ahmadinejad. Estos electores seguramente irán a votar.
Por el contrario, si la participación electoral supera el 40%, los beneficiados serían los dos principales candidatos conservadores, el ex ministro de Exteriores Welayati y el alcalde de Teherán, Mohamed Bagher Ghalibaf. Aunque ambos son leales al régimen y figuras cercanas al ayatolá Jamanei, se les considera conservadores moderados.
En caso de que acudan a las urnas muchos de los que pertenecen al movimiento de protesta, el favorecido sería el candidato reformista Ruhani, un clérigo moderado que como ex jefe negociador conoce muy bien los pormenores del conflicto nuclear con Occidente.
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