La primera reunión en 35 años entre los jefes los jefes de la diplomacia de EE.UU e Irán concluyó con expresiones de optimismo y el compromiso de iniciar negociaciones para el control internacional del programa nuclear iraní el próximo 15 de octubre en Ginebra.
La reunión, que se celebró en Nueva York en el marco del grupo de potencias mundiales implicadas durante años en las conversaciones con Irán, vino precedida por declaraciones del presidente norteamericano, Barack Obama y su homólogo iraní, Hassan Rohani, mostrando su voluntad de reconciliación entre ambas naciones.
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, afirmó tras el encuentro que daba por bienvenido el cambio de tono que había observado entre sus interlocutores iraníes.
El ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif, calificó el diálogo de «constructivo». Más efusivo, el secretario del Foreign Office británico, William Hague, declaró que la reunión había sido «extremadamente buenas».
Estas primeras declaraciones, no sólo confirman el nuevo clima que se creó en las relaciones entre Irán y EE.UU, como consecuencia del tono aperturista expresado por Rohani, sino que abren, por primera vez con ciertas garantías, la posibilidad de poner fin a lo que se presentaba como una de las mayores amenazas para la seguridad internacional.
Poco antes de la reunión de Nueva York, Rohani manifestó en una entrevista a «The Washington Post» que su Gobierno tiene prisa en obtener resultados en estas conversaciones, y mencionó tres meses como un plazo deseable para su conclusión.
«Pueden ser tres meses, seis tal vez, pero en todo caso es un asunto de meses, no de años», declaró el presidente iraní.
Posteriormente, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, comentó que ese tiempo dependerá de la capacidad iraní de ofrecer pruebas verificables de que no está produciendo armas atómicas.
Las negociaciones, en las que participan también los otro cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad - China, Rusia, Reino Unido y Francia -, Alemania y la Unión Europea, lo que se conoce como Grupo 5+1, quedan ahora a la espera de conocerse qué propuestas concretas hará el Gobierno de Teherán en Ginebra.
La sesión en Nueva York, además de su valor simbólico, debido a la presencia de Kerry sentado junto a Zarif, estaba destinada principalmente a comprobar que las palabras de buena voluntad expresadas por Rohani en la ONU pueden transformarse en hechos.
Todas las partes implicadas en esta negociación coinciden en que nunca hubo una oportunidad como esta para resolver el problema nuclear iraní por la vía del diálogo. Existen varios factores que contribuyen al optimismo: Irán está urgido a poner fin a unas sanciones internacionales que debilitaron mucho su economía, los clérigos que detentan el poder real en Teherán apoyan públicamente a Rohani y la Casa Blanca está ocupada por alguien que cree más en las soluciones diplomáticas que en las militares.
Con todo eso a favor, son aún muchas las razones por las que se puede predecir que la negociación con Irán encontrará muchos obstáculos. En primer lugar, desde el punto de vista de EE.UU, la disposición de Obama a llegar a un acuerdo con Irán no garantiza que el Congreso lo respalde. No será fácil que el presidente obtenga el visto bueno de los congresistas para levantar las sanciones económicas a Irán, el precio que habría que pagar para obtener el control internacional del programa nuclear iraní.
Desde el punto de vista iraní, junto a las múltiples dificultades que pueden concebirse dentro de un régimen autoritario y, probablemente, dividido, está el problema de Israel. Entre todos sus discursos y entrevistas durante su estancia en Nueva York, Rohani recordó también que Israel no firmó el tratado internacional contra la proliferación de armas atómicas y que, si un país acepta abrir las puertas de sus programas nucleares, todos deberían de hacer lo mismo.
Estos inconvenientes no borran todavía el optimismo con el que empezaron las negociaciones con Teherán. Rohani afirmó que el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, le otorgó «plenos poderes para llegar hasta el final en las conversaciones sobre el asunto nuclear», y aseguró que su país ofrecerá «plena transparencia» a los inspectores de la ONU, e incluso manifestó su mejor disposición a contribuir para acabar con la guerra en Siria.
Todo indica que el régimen iraní llegó a un punto de evolución en el que parece haber entendido que hay menos recompensas en persistir en el radicalismo que en abrirse a un mundo en el que sus posibilidades de ejercer como potencia regional, al estilo de India o Brasil, podrían ser considerables.
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