Acorralado por un inquebrantable pacto entre los partidos derechista Habait Haiehudí y de centro Yesh Atid, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, deberá optar por un gobierno reducido del que, posiblemente, dejará fuera a sus aliados tradicionales ultraortodoxos, las facciones Iahadut Hatorá y Shas.
Netanyahu se va quedando sin otras opciones tras acercarse el plazo previsto, dependiendo de estos dos partidos para volver a gobernar.
La realidad que enfrenta el primer ministro saliente, que encabezó otros dos gobiernos en el pasado, entre ellos el que ahora termina, quedó reflejada en las críticas por solicitar al presidente de Israel, Shimón Peres, que le concediera dos semana más.
«Cualquier universitario conoce esta bochornosa realidad: se acerca la fecha final para entregar el trabajo y este no está», publicó el analista Nahum Barnea en el diario «Yediot Aharonot».
«Es ahí cuando se requiere una entrevista con el profesor para pedir prórroga y cuando se empiezan a maquinar excusas: mi abuela murió, me echaron del trabajo, me enfermé... El profesor escucha en silencio sin creerse nada», argumentó Barnea en un paralelismo con la situación que se dio la víspera en la oficina de Peres.
Netanyahu debió pedir la prórroga al verse entre la espada y la pared en las conversaciones con los partidos Yesh Atid y Habait Haiehudí, nuevo fiel de la balanza en el espectro político israelí a cuenta de los grupos ultraortodoxos.
Con 31 escaños entre los dos, los mismos que ganó Likud-Beitenu, sin ellos no será posible crear un nuevo gabinete en el país, que se arrastra en la incertidumbre política desde que Netanyahu anunció elecciones anticipadas.
Con dos líderes jóvenes y exitosos, Yair Lapid y Nafatlí Bennet respectivamente, Yesh Atid y Habait Haiehudí obtuvieron suficiente poder parlamentario como para arrebatar a los partidos de los ultraortodoxos, Iahadut Hatorá y Shas la función de fiel de la balanza, y obligar a Netanyahu a pactar con ellos.
«Hace cuatro semanas, cuando el presidente le encargó formar gobierno, Netanyahu no creyó que necesitaría la prórroga; pensó que haría el trabajo en cuestión de días», explicó la periodista Sima Kadmón en «Yediot Aharonot».
Entonces, el premier israelí valoró que con el apoyo de los ultraortodoxos y de los partidos de centro podría marginar a Bennet, su ex jefe de campaña entre 2007 y 2008 y con quien acabó enemistado por razones que aparentemente tienen que ver con la problemática personalidad de la esposa de Netanyahu, Sara.
El éxito de los dos jóvenes políticos, curtidos de la misma madera, fueron el resultado de las luchas sociales de los últimos años, del fenómeno de unos indignados israelíes que hartos de pagar impuestos y prestar años de servicio militar obligatorio ven a los ultraortodoxos como únicos beneficiarios de sus contribuciones.
Con el fin de anular esos privilegios, Lapid y Bennet se unieron para bloquear un gobierno en el que los partidos Iahadut Hatorá y Shas interfieran en sus promesas de realizar reformas sociales, dejando a Netanyahu en la estacada.
«Hay quien boicotea a toda una comunidad», aseguró el primer ministro al presidente para explicarle por qué necesitaba dos semanas más de prórroga y quejándose de que no se debe marginar a los ultraortodoxos por el mero hecho de serlo.
Lapid respondió inmediatamente por Facebook que no tiene nada contra ellos pero que no cree que esos dos partidos «puedan estar en un gobierno que haga las reformas que propusimos en la campaña», por lo que les invite a permanecer en la oposición «aunque sólo sea esta vez».
«No son aliados naturales de Netanyahu. Son aliados naturales de quien gana las elecciones. No ocurrirá ninguna tragedia si en la próxima legislatura se quedan en la oposición», destacó Lapid.
En un mensaje de respaldo, Bennet prometió cumplir su palabra con Lapid de no facilitar un gobierno con Netanyahu y los ultraortodoxos, dejando al primer ministro en la difícil posición de aceptar sus duras condiciones o volver a las urnas.
Esta última opción es según los expertos una posibilidad inviable para el país, que quedaría sumido en una crisis política grave, y para Netanyahu a título personal, que al parecer no analizó bien el resultado de los comicios y ve como su estrella política se va apagando".
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