A un día de las elecciones que decidirán quién dirigirá el nuevo gobierno en Israel, la incertidumbre sobre los resultados finales crece y con ella el nerviosismo de los principales candidatos, principalmente el primer ministro saliente, Binyamin Netanyahu, quien tratar de reunificar a la derecha nacionalista.
Convocada por la Plataforma por la Tierra de Israel, que reúne a dirigentes y activistas de varios formaciones nacionalistas y ultranacionalistas, los organizadores de la manifestación ayer en la Plaza Rabín de Tel Aviv aspiraban a reunir a decenas de miles de personas para trasladar el mensaje de que sólo la derecha garantizará la integridad territorial israelí al oeste del río Jordán, es decir, incluyendo Cisjordania.
«No crean lo que leen. No dejen que la desesperación los venza ni crean que las elecciones terminaron y que en unos días Itzjak Herzog y Tzipi Livni ocuparán la jefatura del gobierno», afirmó en la manifestación el líder del partido Habai Haiehudí, Naftali Bennet, en referencia a la alianza Grupo Sionista, liderada por el Laborismo.
Bennet fue parte del gobierno saliente de Netanyahu, pero hacia el final se convirtió en un duro crítico del mandatario hebreo. Sin embargo, ante el crecimiento en las encuestas del Grupo Sionista, los dos antiguos aliados parecen haber dejado de lado sus diferencias.
Con cada día que pasa y ante su incapacidad de colocarse en el primer lugar de los sondeos, Netanyahu está perdiendo su tradicional temple y está dejando al desnudo su creciente nerviosismo.
En los últimos días se lanzó a dar una maratón de entrevistas, en las que llegó a confundir los nombres de los candidatos producto del cansancio, y ayer tendió una mano a Moshe Khalón, otro de sus ex ministros que rompió con su gobierno y hasta abandonó su partido, el Likud para fundar la facción centrista Kulanu.
Como en un bazar persa, Netanyahu le ofreció públicamente la cartera de Finanzas en caso de ganar y asumir un cuarto mandato, pero Khalón, que podría convertirse en uno de los aliados de Grupo Sionista en un eventual gobierno de centro, lo rechazó de inmediato.
En tanto, la oposición intenta mantener vivo el clima de rechazo y cuestionamiento al gobierno saliente para lograr una mayoría sólida el próximo martes en las urnas.
En una entrevista con el diario local Yediot Aharonot, Livni, la influyente dirigente que intentó sin éxito hacer avanzar el diálogo con la Autoridad Palestina (AP) desde adentro del gobierno de Netanyahu, volvió a reivindicar la masiva manifestación de la semana pasada contra el oficialismo en Tel Aviv.
«Nadie en el mundo le cree a Netanyahu y nosotros estamos pagando el precio», sentenció la ex ministra, que se alió con el Laborismo en un intento por destronar al líder que dominó la política israelí durante una década.
Las últimas encuestas publicadas sostienen que la alianza opositora Grupo Sionista se impondrá en las urnas con entre 26 y 24 bancas, mientras que el oficialismo, el Likud, se quedaría con entre 22 y 20 bancas de un Parlamento de 120 diputados.
Pero pese a que la tendencia parece ya irreversible, de ninguna manera está claro quién podrá lograr reunir suficientes aliados para alcanzar la mayoría legislativa de 61 diputados necesaria para formar gobierno.
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