En los pasillos y aulas del centro Kivún, el ajetreo de hombres, todos vestidos con traje negro, camisa blanca y kipá negra, es continuo. Se trata de judíos ultraortodoxos que acuden a este centro de empleo en el corazón de Jerusalén en busca de asesoramiento, orientación y formación para su inserción en el mundo laboral.
Aunque la mayoría de judíos ultraortodoxos en realidad no trabaja, pues se dedican en exclusiva al estudio de la Torá y demás textos religiosos, muchos están optando por buscar empleo ante el encarecimiento de la vida en Israel.
En dicha comunidad, la tasa de desempleo es una de las más altas del país, de más del 50%, según el Centro Taub para Estudios de Políticas Sociales en Israel, mientras la tasa nacional no supera el 6%.
«En nuestra comunidad se considera que este mundo es una antesala para una vida mejor que llega después de la muerte. Trabajar se ve como una pérdida de tiempo porque no aportará nada en la otra vida; en cambio, el estudio de la Torá será gratamente recompensado», explicó Tzví Schreiber, director de Recursos Humanos en Kemaj, una organización que ayuda a aquellos ultraortodoxos que quieren iniciarse en el mundo laboral.
Ante las altas cifras de desocupación y la previsión de que el porcentaje de ultraortodoxos aumentará considerablemente - del 11% hasta el 18% en 2030, se calcula - el Gobierno israelí convirtió en prioridad la lucha contra el desempleo de este grupo, con la inversión de más de110 millones de dólares.
Se crearon nueve oficinas repartidas por todo el país dedicadas exclusivamente a ayudar a los judíos ultraortodoxos a encontrar empleo y formarse.
El centro Kivún es una de ellas, abrió hace un año y ya pasaron más de 20.000 personas.
Shraga Klar asiste allí cada semana a cursos de diseño e inglés. «Con los 1.500 shékels (unos 380 dólares) que me daban por estudiar la Torá en el colel (seminario rabínico) no era suficiente para sacar adelante mi familia, así que un día le dije a mi mujer que tenía que empezar a trabajar», explicó Klar, que vive en Bnei Brak, la ciudad con el mayor número de ultraortodoxos y, a su vez, con la renta promedio más baja de Israel.
La dificultad económica para llegar a final de mes es una de las principales razones que impulsaron a muchos miembros de esa comunidad a llamar a las puertas de las empresas.
El índice de pobreza de los ultraortodoxos es del 57%, según cifras de un estudio del Centro Taub. Suelen ser familias numerosas con entre 7 y 10 hijos pero con ingresos que, en promedio, no superan los 6.000 shekels mensuales (unos 1.500 dólares)
Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los ultraortodoxos a la hora de buscar trabajo es la falta de conocimientos mínimos de matemáticas e inglés, ya que se dedican por completo al estudio y memorización de los textos religiosos.
«En estos centros les ofrecemos cursos para que se actualicen en inglés, matemáticas y computación. Les enseñamos cómo hacer un currículum vitae y cómo enfrentarse a una entrevista de trabajo. Tienen que ponerse al día con el mundo ya que vivimos en grupos muy cerrados», indió Yejiel Amoyd, director de Kivún.
La mayoría no tiene televisión, radio o Internet en casa. Y las noticias de la comunidad se difunden a través de carteles que empapelan las calles de los barrios donde se concentran.
Estas oficinas de empleo se presentan como puentes para aquellos que dan el salto al mundo laboral sin romper con sus tradiciones, ya que todos los que los asisten son también ultraortodoxos.
«Ayudamos desde dentro de la comunidad. Lo que nos sirve para no ser vistos como una amenaza. Nuestro propósito es mejorar pero sin cambiar la forma de vivir», dijo Schreiber desde su despacho, donde libros del Talmud comparten espacio con su Máster en Negocios y Administración enmarcado en la pared.
En una de las ventanillas del centro de empleo está Sara Teller, vestida de riguroso negro y con peluca negra como toda mujer casada ultraortodoxa. Recibe con una sonrisa a cada persona que viene en busca de ayuda y explica que «las ofertas de trabajo están diseñadas específicamente para la comunidad».
«Ofrecemos puestos de media jornada a las mujeres que tienen que cuidar de sus familias numerosas, pedimos que las empresas tengan comida kosher, que haya separación entre hombres y mujeres en los puestos de trabajo y se respeten nuestras fiestas religiosas».
Pero no todos ven la inserción con buenos ojos. Uno de los problemas a los que se enfrentan los trabajadores ultraortodoxos es el miedo al rechazo dentro de su comunidad.
«Nuestra comunidad defiende que todos los hombres deben dedicarse en exclusiva a los estudios religiosos. Es lo más importante. El estudio de la Torá ayuda a mantener unida nuestra nación, a la que protegemos de forma espiritual. Hace 10 años, si un ultraortodoxo decidía trabajar era expulsado inmediatamente del grupo», afirmó Jaim Zickerman, ultraortodoxo de Petaj Tikva.
Zickerman añadió que «siempre se prefiere a un hombre pobre que acude a la yeshivá, que a un hombre rico que trabaja».
Uno de los campos donde los ultraortodoxo se hicieron un hueco es el tecnológico, un mercado en el que Israel se destaca mundialmente.
«Se convirtió en una tendencia muy fuerte incluir miembros de la comunidad ultraortodoxa en empresas de alta tecnología», señaló Binyamín Parto, ultraortodoxo que lleva 20 años en el negocio y es fundador de la start-up Jasper Technologies, una aplicación que permite operar las puertas de casa desde el celular.
Parto es miembro de KamaTech, una organización israelí que promueve la integración de ultraortodoxos en compañías de alta tecnología. Intel, Google y Microsoft son algunas de las que se unieron a esta iniciativa.
«No todo el mundo consigue estudiar en la yeshivá, por lo que hay que dar otras salidas. Además queremos cambiar esa imagen negativa que tienen muchos israelíes sobre los ultraortodoxos a los que ven como una carga porque no hacen el servicio militar, no trabajan y son mantenidos por el Estado», apuntó el empresario.
«Si se les ofrece los medios necesarios, los judíos ultraortodoxos pueden dar más de lo que reciben», aseveró.
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