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Es lo que hay

Shaul Mofaz y Tzipi LivniA diferencia de Evita Perón en el famoso musical, Tzipi Livni no necesita ponerse a cantar «No llores por mí, Israel» en el balcón. En primer lugar, porque no hay nadie en las plazas de la ciudad llorando por su aciago destino. En segundo lugar, porque fue Livni quien provocó el vergonzoso derrumbe sobre sí misma con sus acciones equivocadas. Y si alguien debería llorar, es ella, por encima de su propia arrogancia.

Como jefa del mayor partido político del país, perdió su oportunidad; esa es la verdad. Tiene suerte de que el fundador de Kadima, Ariel Sharón, no esté con nosotros para hacerle ver la gravedad de su fracaso, y al mismo tiempo, su incapacidad para impedir el avance del recientemente electo líder de Kadima, Shaul Mofaz, por quien Sharón tenía tan poca estima.

Livni se equivocó no solamente como líder de la oposición, sino también en la gestión de su partido. Con aquel desdeñoso «fantástico, fantástico» con que respondiera a las afirmaciones de Mofaz sobre la necesidad de elecciones primarias, no fue capaz de entender que su demostración de menosprecio a Mofaz terminaría favoreciéndolo entre los votantes de las zonas periféricas del país.

Ella perdió su imagen de Tzipi brillante y expeditiva, y además se mostró incapaz de luchar contra el gobierno del primer ministro israelí Binyamín Netanyahu; tampoco quiso, o pudo, unirse a su coalición a fin de ejercer influencia y poner fin a su política de estancamiento.

Su incapacidad para controlar a Kadima se parece a una novela romántica barata que incluso Sara, la esposa de Bibi, no habría sido capaz de escribir. Al igual que en el caso de este escritor, se puede suponer que un buen número de aquellos que se sienten decepcionados con el camino elegido por este gobierno, y que incluso temen por la suerte del país y de su propia situación personal, no habrá de conservar un buen recuerdo del extraño comportamiento de Livni como líder de la oposición.

No es agradable tener que admitir que un gobierno de derecha, extremista y ultraortodoxo ha ganado. Continuará gobernando hasta que ocurra un desastre por lo menos tan grande como la Guerra de Yom Kipur.

Es demasiado pronto para decir que ésta es la primera oportunidad de adelantar los comicios. La derrota de Livni simboliza un mayor giro hacia la derecha. Y cuando decimos «la derecha», debemos aclarar de inmediato que no estamos refiriéndonos solamente al rechazo de volver a las fronteras de 1967, sino de todo un ambiente social que no duda en afirmar que bajo ninguna circunstancia podemos confiar en la otra parte, o hablar con ellos. Israel aparece como el estúpido carente de toda iniciativa, que propone dejar de lado totalmente el pensamiento de grandes intelectuales como David Grossman o Amós Oz.

El mundo entero está contra nosotros; incluyendo todos los liberales sensibleros de Israel. Esto se refleja en los vientos que soplan desde las tribunas del Estadio Teddy en Jerusalén, en la atmósfera de intolerancia que recibe cada mañana su alimento espiritual del periódico derechista de distribución gratuita, Israel Hayom y por las noches, del inmensamente popular «Gran Hermano».

El truco de Mofaz - la distribución de un afiche con el slogan «Mofaz,  primer ministro», debajo de su retrato - funcionó en las primarias. Pero está lejos de alcanzar ese objetivo. A diferencia de Livni, que casi no apareció en escena, con su arrogancia y su desdén inocultables ante las críticas recibidas, Mofaz estaba en todas partes, siempre de traje y corbata, y el aroma de su loción parecía enviar el mensaje de «ha nacido un líder». En esas primarias, las áreas periféricas derrotaron a Tel Aviv, aunque es poco probable que las palabras de la diputada Ruhama Avraham Balila, acerca de que «Mofaz dio un nuevo impulso», fueran exactas.

A Mofaz no le agrada aquella imagen de vencedor por razones étnicas. Livni fue rechazada con razón, e incluso si Mofaz contara con votantes más organizados en la campaña, y utilizara caudillos para reclutar votos, yo no me sumaría a la lista de aquellos que lo desprecian. Él no es un gran ideólogo. No posee esa cualidad especial que uno esperaría hallar en todo líder carismático. La única cosa a su favor es que ha sabido desempeñarse ya como Jefe de Estado Mayor de Tzáhal y como ministro de Defensa, y es muy probable que posea suficiente capacidad de organización. En comparación con Yair Lapid y Shelly Yacimovich, dos ex-periodistas, él es más hombre de acción que de argumentos.

Un veterano observador del sistema político lamenta el hecho de que Mofaz - seis o siete años después de haber terminado su servicio en el ámbito de Defensa - no haya hecho ninguna declaración importante o comentario lúcido en las esferas diplomáticas, sociales o de seguridad. Es una cuestión que surge de vez en cuando y cada año: La añoranza de aquellos líderes naturales con visión y coraje político que alguna vez tuvimos; ahora no tenemos ni uno. Justo cuando los eventos importantes acontecen a nuestro alrededor, no nos quedan estadistas verdaderamente grandes y visionarios a los cuales recurrir.

En este momento difícil, cuando los vientos de guerra soplan por todas partes, y el gobierno se desespera por salir a combatir en lugar de preocuparse por alimentar la paz, el hecho mismo de que Mofaz haya logrado expulsar a Livni, colocándose a la cabeza de un partido con 28 diputados, significa que se ha hecho justo merecedor de 100 días de gracia.

Ciertamente, no es lo ideal, pero es lo que hay.

Fuente: Haaretz - 3.4.12
Traducción: www.israelenlinea.com

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