El presidente ruso, Vladimir Putin, acusó directamente al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y a su familia de estar implicados en tráfico de petróleo con el grupo yihadista Estado Islámico (EI), lo que aumentó la tensión entre ambos países.
Más de una semana después de que Turquía derribó un avión militar ruso en la frontera siria, Erdogan dio a entender que su país también podría «tomar medidas», luego de las sanciones adoptadas por Moscú contra Ánkara.
«El principal consumidor de este petróleo robado a sus legítimos propietarios, Siria e Irak, resulta ser Turquía. Según informaciones obtenidas, la clase política dirigente, incluido el presidente Erdogan y su familia, está implicada en este comercio ilegal», afirmó Putin.
«El cinismo del Gobierno turco no tiene límites», prosiguió, y añadió que «Rusia ya advirtió en varias ocasiones del peligro de flirtear con el terrorismo».
«¿No se preguntan por qué el hijo del presidente turco es el dirigente de una de las principales compañías energéticas y su yerno fue nombrado ministro de Energía? ¡Qué empresa familiar tan maravillosa!», comentó Putin irónicamente, en alusión al reciente nombramiento de Berat Albayark al frente de esa cartera.
Es la primera vez que Putin denuncia directamente a Erdogan y a su familia. El presidente ruso ya había afirmado que «la decisión de derribar nuestro avión fue dictada por la voluntad de proteger vías de paso del petróleo hacia el territorio turco, precisamente hacia los puertos donde es cargado en buques cisterna».
Erdogan negó encubrir el tráfico de petróleo que realiza el EI y tachó la acusación de «mentiras y calumnias».
Poco después de las declaraciones de Putin, el mandatario turco reiteró que dimitiría si se probara que las acusaciones tienen fundamento.
«Si se nos sigue acusando, nosotros también tomaremos medidas», precisó, sin brindar mayores precisiones.
Para el líder ruso, «ese petróleo, producido en zonas controladas por el EI y otras organizaciones terroristas, es encaminado masivamente, de manera industrial, hacia Turquía y genera miles de millones de dólares de ganancia».
No obstante, poco antes de las nuevas acusaciones de Putin, el jefe de la diplomacia rusa, Sergei Lavrov, anunció que se reuniría esta semana al margen de la reunión de la OSCE en Belgrado con su homólogo turco, Mevlüt Cavusoglu, por primera vez desde el derribo del avión.
«La parte turca insiste en organizar una reunión cara a cara con el ministro de Exteriores. Escucharemos lo que tenga que decirnos Cavusoglu», declaró Lavrov en rueda de prensa en Nicosia.
Más tarde, recién llegado a la capital serbia, Lavrov no brindó ninguna precisión sobre el lugar y hora de este encuentro, pero en cambio, interrogándose él mismo, lanzó: «¿qué pueden decirnos nuestros colegas turcos que ya no dijeron públicamente? Sería triste no escuchar algo nuevo».
Hasta ahora, los responsables rusos rechazaron todo contacto con su pares turcos. En la COP21 de París, Putin hizo oídos sordos a los llamados de Erdogan para mantener una entrevista.
Erdogan afirmó que Turquía había optado por «un acercamiento comedido frente a las reacciones emocionales de Rusia».
El jefe del Estado turco aseguró en particular que no planeaba expulsar a ciudadanos rusos residentes en su país. «No sería digno de Turquía», insistió.
Moscú decidió restablecer los visados para los turcos a partir del 1 de enero y pidió a sus ciudadanos no viajar a Turquía.
Erdogan denunció también las sanciones económicas adoptadas por Rusia y afirmó estar dispuesto a prescindir del gas ruso, su principal fuente de energía.
«No vivimos siempre con el gas natural ruso. Este pueblo está acostumbrado a las privaciones», declaró.
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