La comunidad internacional se muestra muy impaciente ante el avance de las colonias israelíes en Cisjordania, con mensajes contundentes que esta semana llegaron a que el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, atribuyese la violencia palestina a «años de ocupación».
La ONU, la Unión Europea (UE) y varios países, incluido EE.UU, hicieron públicas decisiones o declaraciones muy críticas con el crecimiento de los asentamientos y la persistencia israelí de ignorar las condenas internacionales, que recuerdan que éstos son contrarios a la legislación internacional.
La última muestra de esta tendencia fue la decisión del servicio de Aduanas de EE.UU. de ordenar a los importadores que deben etiquetar los productos procedentes de las colonias como «Fabricado en Cisjordania/Gaza», y no como «Fabricado en Israel», una normativa ya existente, según el Departamento de Estado, pero que ahora se recuerda cumplir.
La UE abrió la veda en este sentido el pasado noviembre, cuando aprobó una directiva de cumplimiento obligatorio que exige también informar al consumidor del origen de los bienes con precisión, un paso contra el que arremetieron las autoridades israelíes y de la que el primer ministro, Binyamín Netanhayu, dijo que «deberían avergonzarse».
Estas decisiones - que coinciden con el crecimiento y expansión del movimiento que pide el boicot a Israel - azuzan el temor israelí de que la comunidad internacional pase más pronto que tarde de las palabras a los hechos y empiece a distinguir legalmente y con mayores consecuencias el territorio que ocupa militarmente desde 1967.
El ministro de Agricultura israelí, Uri Ariel, calificó la decisión norteamericana de «injusta, irracional e inapropiada».
También el tono y los reproches verbales se endurecieron, siendo la mejor muestra las declaraciones de Ban Ki Moon en una reunión del Consejo de Seguridad en la que aseguró que el avance de los asentamientos es «una afrenta para el pueblo palestino y la comunidad internacional».
Asimismo, advirtió de que «es propio de la naturaleza humana reaccionar contra la ocupación, que a menudo sirve como un potente incubador de odio y extremismo».
Netanyahu no ocultó la dureza de su reacción, llegó a acusar a Ban de «dar un impulso al terrorismo» con sus palabras y sentenció que la ONU «perdió su neutralidad y su fuerza moral».
Las críticas llegaron también de Washington por voz del embajador estadounidense en Tel Aviv, Dan Shapiro, que dijo que «Israel tiene dos estándares distintos de aplicación de la ley en Cisjordania: uno para israelíes y otro para palestinos» y criticó la inacción de las autoridades hebreas para perseguir los ataques de colonos a palestinos en ese territorio.
La bofetada vino también de la UE, esta vez del Consejo de Ministros de Exteriores, que manifestó que «todos los acuerdos entre Israel y la UE deben inequívoca y explícitamente indicar que no son aplicables en los territorios ocupados militarmente por Israel en 1967».
Las declaraciones recientes «reflejan la combinación de la impaciencia internacional y la limitada habilidad política para hacer avanzar a las partes hacia la resolución del conflicto» o lograr cambios positivos sobre el terreno, dijo el analista del International Crisis Group en Jerusalén Ofer Zalzberg.
A su entender, la retórica que se está oyendo en los últimos días forma parte «de una tendencia más amplia de condenas y resoluciones internacionales que se verán en 2016».
«Estas podrían incluir un discurso del presidente Obama, que exponga su visión para el fin del conflicto, una resolución del Consejo de Seguridad que condene la ilegalidad de los asentamientos y proponga vías para solucionarlo y, menos probable pero más ambiciosa, una resolución de ese organismo que fije parámetros para la solución del conflicto y se convierta en legislación internacional obligatoria», agregó.
En opinión de Zalzberg, «las autoridades israelíes están particularmente preocupadas por este tercer escenario. Si bien podría arrojar elementos positivos para Israel (como determinar que el problema de los refugiados palestinos se solvente fuera del país) también podría establecer como un principio jurídico internacional que Jerusalén Este sea capital del Estado palestino».
De una u otra manera, es previsible que la postura de la comunidad internacional siga endureciéndose y que esta encuentre vías para mostrar con mayor firmeza su oposición a la ocupación.
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