El presidente de la Junta de Representantes de Judíos Británicos, Jonathan Arkush, exigió al nuevo líder del laborismo, Jeremy Corbyn, que repudie a las organizaciones terroristas Hamás y Hezbolá, de las cuales se declaró «amigo».
«Ningún político británico en un puesto relevante será tomado en serio si muestra parcialidad de cualquier tipo en relación con movimientos terroristas islámicos», señaló Arkush luego de conocer los resultados de la elección.
Corbyn, implicado desde hace décadas en la causa palestina, defiende la necesidad de que Londres establezca relaciones tanto con Hamás como con Hezbolá.
Estas posturas le valieron semanas de una campaña de difamación constante en la gran mayoría de medios de prensa británicos. La presión obligó al laborista a tomar distancias del militante antisionista Paul Eisen, que cuestiona la existencia del Holocausto.
«La comunidad judía tiene algunas inquietudes muy profundas sobre los vínculos que se dice que mantiene con un negador del Holocausto y antisemita», dijo Arkush aludiendo a Corbyn y Eisen.
En declaraciones a «The Telegraph», Arkush definió la posición de Corbyn sobre el régimen israelí como «muy hostil», y se mostró aún más preocupado por su postura respecto a Hamás y Hezbolá que sobre sus convicciones sobre el Holocausto.
La prensa británica recrimina a Corbyn haber calificado a Hamás y a Hezbolá de «amigos» en 2009, al invitar a representantes suyos a participar en una conferencia organizada en Londres por la Campaña de Solidaridad con Palestina, que apadrina personalmente.
«Corbyn debe dar respuestas claras y directas a preguntas directas, rechazando cualquier clase de apoyo o vínculos con antisemitas, racistas, organismos terroristas, gente de la que yo esperaría que cualquier político británico serio se mantenga a una gran distancia», agregó.
Las elecciones primarias del Partido Laborista británico tuvieron un desenlace que tan sólo tres meses atrás parecía imposible: Jeremy Corbyn es el nuevo líder del laborismo inglés tras conseguir una holgada victoria gracias al 59,5% de votos. Su llegada al poder despertó un debate y sobre todo una expectación que no se recordaba en las filas del castigado partido de centro-izquierda.
Algunos de sus dirigentes no acaban de creer que tengan como máximo cargo a este veterano diputado de 66 años, con un largo historial activista y sin miedo a hablar y votar contra las principales líneas de su partido.
La victoria del nuevo líder laborista supuso un terremoto en la política británica. Pero llevar a cabo su programa, que incluye la salida de la OTAN y una firme oposición a la política de recortes que imponen los Conservadores y la Unión Europea, no sólo depende de sí mismo. El veterano diputado debe convencer a los detractores en su propio partido y ser capaz de articular una mayoría de izquierda, lo que podría implicar negociar con otros partidos y movimientos.
Ahora que fue elegido, con un mejor resultado electoral que Blair en 1994, el nuevo líder debe lidiar con adversarios dentro y fuera de su formación. Los problemas dentro del laborismo, por sí solos, ya son un desafío que muchos pensaron que no superaría.
Para algunos es el enemigo en casa. Para otros el guardián de las esencias de una formación que había perdido credibilidad y votantes por el camino: las pasadas elecciones obtuvieron 232 escaños, 26 menos que en los anteriores comicios. Ed Miliband dimitió sin haber logrado progresos en los debates recurrentes que dividían a su partido: Estado de Bienestar, déficit y migración.
«El Partido Laborista ahora no es el mismo que perdió las elecciones en mayo», afirmó el profesor Jeremy Gilbert de la Universidad East London. «El número de miembros aumentó en más de un 100%, podemos situarlos principalmente a la izquierda. Esperamos que Corbyn no tarde en realizar cambios para convertir la formación en un partido de masas democrático, en lugar de una formación dirigida por una ejecutiva de élite. Creo que este proceso creará un gran entusiasmo en el partido, excepto entre los diputados».
Sólo una veintena de diputados laboristas, de los más de doscientos parlamentarios, manifestaron su apoyo a Corbyn, que deberá crear un gobierno en la sombra - el equipo que rebate a sus adversarios en el Ejecutivo de Cameron.
«Es muy probable que muchas de sus posiciones, tanto en política interior y exterior, parezcan demasiado radicales para los moderados y que estos se nieguen a servir bajo sus órdenes. Puede que se vea obligado a contar con personas inexpertas», comentó Gilbert.
Dos de los tres candidatos, Yvette Cooper y Liz Kendall, anunciaron que no formarán parte de su equipo. El portavoz de Salud, Jamie Reed, presentó su dimisión al tiempo que invitó a «convertir la desesperación de la derrota en convicción para ganar».
«El resultado más probable es que la mayoría de las figuras blairistas del Parlamento dejen la política para hacer carrera en el mundo empresarial», apuntó Gilbert. Para superar las tensiones internas, Corbyn anunció que ofrecerá puestos en su equipo a todas las tendencias.
«Las líneas rojas dentro de su partido son sobre todo cuestiones de política exterior». Cualquier política que amenace la autoridad de las grandes corporaciones también encontrará resistencia. Corbyn se opone al Tratado Trasatlántico de Libre Comercio (TTIP) y es crítico con las medidas de austeridad que llegan desde la UE. Aunque prefiere permanecer en ella, no descarta la salida de Reino Unido», explicó Gilbert.
«Es probable que tenga una postura menos pro-estadounidense y mucho menos pro-israelí, y vote en contra de más recortes en gastos sociales o leyes de inmigración más duras», agregó.
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