El líder del Grupo Sionista, Itzjak Herzog, reconoció el triunfo de Netanyahu. «Hablé con el primer ministro. Lo felicité por su victoria y le deseé buena suerte», afirmó a medios nacionales e internacionales.
Según los resultados de la Comisión Electoral Central tras el recuento casi total de las papeletas, el Likud de Netanyahu recabó el 23,26% de los votos, frente al 18,73% del Grupo Sionista de Herzog.
Traducido en escaños, el Likud tendría 30 de los 120 asientos del Parlamento, 8 más que en los últimos sondeos autorizados al final de la semana pasada, mientras que el Grupo Sionista de Herzog se llevaría 24.
Netanyahu ya comenzó las negociaciones para formar gobierno y continuar como primer ministro.
El mandatario hebreo, en el cargo desde 2009 se alzó como gran vencedor de estos comicios, y es seguro que el presidente del Estado, Reuvén Rivlin, lo llame para asumir su tercer mandato consecutivo, el cuarto de su carrera contando el que desempeñó entre 1996 y 1999.
Netanyahu se entrevistó con los líderes de varios partidos, y tiene «la intención de ponerse a trabajar inmediatamente en la formación del nuevo ejecutivo, para concluir esta tarea en un plazo de dos a tres semanas», indicó en un comunicado el Likud.
Durante la campaña electoral, Netanyahu se presentó como garante de la seguridad de Israel, si bien antes de las elecciones, su discurso alarmista parecía no bastar frente a Herzog y su aliada centrista Tzipi Livni en el terreno de la carestía de vida, el precio de la vivienda y las desigualdades.
Frente a los sondeos desfavorables, Netanyahu se las arregló en los últimos días para recuperar a los desengañados del Likud y ganarse a los indecisos.
El pasado lunes volvió a reafirmar su idea de enterrar la posibilidad de un Estado palestino, y en cuanto se conocieron los primeros resultados, la Autoridad Palestina (AP) advirtió de que intensificará sus esfuerzos diplomáticos frente a Israel.
Le corresponde al presidente Rivlin determinar a quién pedirle que forme gobierno. Una vez que los resultados oficiales sean proclamados, posiblemente el jueves, Rivlin tendrá siete días para decidir.
Una de las grandes cuestiones es cuál será la coalición que arme Netanyahu. Éste podría optar por una muy marcada a la derecha, lo que podría complicar aún más las relaciones ya tensas con la comunidad internacional, incluyendo Estados Unidos. También podría optar por una coalición más de centro, o por un gobierno de unidad nacional con el Laborismo.
Netanyahu ya contactó con Habait Haiehudí de Bennet, partido ultranacionalista religioso que obtuvo 8 escaños, y con los ultraortodoxos Iahadut Hatorá y Shas (7 cada uno), así como con Israel Beiteinu de Liberman (6).
También llamó a otro aliado potencial, Moshé Kahlón, ex Likud y líder del partido de centroderecha con vocación social, Kulanu, que se llevó 10 escaños.
Kahlón hizo saber que está dispuesto a entrar en un gobierno dirigido por Netanyahu, que el pasado domingo ya le prometió la cartera de Finanzas de resultar electo.
Netanyahu deberá también gestionar las relaciones con Obama, muy degradadas en los últimos meses, enfrentarse a la ofensiva diplomática de la AP en la Corte Penal Internacional (CPI), y gestionar la cuestión de la seguridad, así como responder a las expectativas económicas y sociales de los israelíes.
Las elecciones, en las que participaron el 71,8% de los electores frente al 67,8% de 2013, eran en gran medida un referéndum sobre Bibi.
Fue el propio Netanyahu el que precipitó estos comicios anticipados, convocados dos años antes de lo previsto, después de romper a finales de 2014 una coalición gubernamental demasiado indisciplinada.
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