El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, fue criticado tras comprometerse con medidas que tendrán un alto costo económico a cambio de asegurarse el apoyo de los grupos ultraortodoxos a su Ejecutivo.
«Netanyahu está traicionando los valores del campo nacional y puso en venta de liquidación todo lo que es importante para el Estado de Israel», afirmó Yair Lapid, ex ministro de Finanzas y líder del partido centrista Yesh Atid.
Según Lapid, el próximo gobierno devolverá las pensiones públicas mensuales a los niños al nivel anterior a su llegada a la cartera de Finanzas, para beneficio de las familias ultraortodoxas, que suelen tener un promedio muy superior de hijos que las laicas.
También instituirá de nuevo una larga serie de partidas presupuestarias para los seminarios rabínicos que fueron anuladas, cancelará la obligatoriedad de las asignaturas primarias en sus escuelas y suprimirá las sanciones a los seminarios que no aporten su cuota fijada de estudiantes al servicio militar.
Se trata en este último caso del eje central de una ley que ponía fin a las exenciones del servicio militar para la comunidad ultraortodoxa, de las que disfrutaban desde la fundación del Estado de Israel, en 1948.
«Bibi puso a Israel en venta por liquidación», se quejó Lapid, quien entre comienzos de 2013 y finales de 2014 encabezó la llamada «revolución laica» dentro del anterior Ejecutivo israelí.
Esta revolución siguió a la ola de protestas sociales de una clase media que se quejaba de los exagerados privilegios que recibían los ultraortodoxos a pesar de no contribuir a ni a las arcas públicas ni a los esfuerzos de la seguridad nacional.
Todo ello quedará de facto anulado una vez entre en funciones el nuevo gobierno, dado que el pacto alcanzado contempla conceder al futuro ministro de Defensa la autoridad sobre todas esas sanciones, neutralizando la acción judicial independiente.
«Los ultraortodoxos podrán seguir sin reconocer al Estado de Israel, obtener miles de millones de los contribuyentes y no trabajar», denunció Lapid en medio de una manifestación de propesta de su partido en Tel Aviv.
Los ultraortodoxos también consiguieron frenar una ley no menos revolucionaria en Israel que estaba destinada a agilizar las conversiones al judaísmo, y que rompía por primera vez en la historia su monopolio en los tribunales rabínicos.
Igualmente se revisarán algunos cambios efectuados en política funeraria, otro de los sectores de exclusivo dominio ultrartodoxo y que genera millones de dólares al año.
Los reproches llegaron horas después de que Netanyahu accediera también a respaldar un controvertido plan de eliminar el 18% del IVA de productos alimenticios básicos y que constituye la principal demanda que el partido ultraortodoxo sefaradí Shas pide para apoyarle con los siete escaños que obtuvo en las elecciones del pasado 17 de marzo.
Aunque ambas partes llegaron a un entendimiento, ningún acuerdo oficial fue rubricado aún.
Quitar el IVA sobre productos básicos como leche o pan causará al Gobierno pérdidas próximas a los $250 millones, señaló el diario «Haaretz» en su editorial.
«Desde el principio lo que estaba sobre la mesa era reparar los daños que Lapid causaron a los ultraortodoxos y a la sociedad israelí», dijo el diputado de Iahadut Hatorá, Moshé Gafni, al anunciar que habían alcanzado un acuerdo de principios con el Likud.
«Nuestras demandas no son una extorsión sino mera compasión y una verdadera preocupación por el pueblo de Israel», agregó.
El pasado miércoles Netanyahu firmó con el partido ultraortodoxo Iahadut Hatorá su primer acuerdo de coalición para la formación de su Gobierno, que pasa por rescatar privilegios históricos para esta comunidad, especialmente en los ámbitos de educación y asistencia social y que habían sido anulados en la anterior legislatura.
También cerró su pacto con el grupo de centro derecha Kulanu, lo que le sitúa a 15 diputados de los 61 necesarios para la mayoría en el Parlamento.
Los detalles del pacto aún deben ser refrendados por Netanyahu y por el Consejo Rabínico de esa lista ultraortodoxa.
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