Un informe reciente de «The Economist», titulado «Índice democrático en el mundo», indicó que Israel ocupa el lugar 37, y fue definido «democracia defectuosa», a pocos puntos de la evaluación «democracia perfecta». La Autoridad Palestina (AP) figura en el lugar 103 y fue definida «sistema híbrido», cerca de los sistemas «autoritarios».
Es interesante traer a colación este informe, a raíz de las particulares declaraciones que vertiera hace pocas semanas atrás el diputado israelí, Ahmad Tibi, quien representa a la Lista Conjunta Árabe, la tercera fuerza política en el Parlamento.
Tibi acusó a Israel de ser un Estado discriminador, antidemocrático y deshumanizado, y reclamó de la comunidad internacional una posición de rechazo hacia el Estado judío.
El informe de «The Economist» agrega que llama la atención que Tibi tienda a olvidar que forma parte de la Cámara, donde ejerce como «representante popular», que fue elegido por votación en elecciones libres con sistema de sufragio igualitario y universal, realizadas en el Estado al que califica de «antidemocrático, discriminador y deshumanizado», situación que comparte con otros 11 diputados árabes.
Es cierto, puede que la democracia israelí sea «defectuosa», como también lo es la francesa, la italiana, la brasileña o la argentina, pero dista mucho de presentar las característica de aquellos modelos a los que pareciera aspirar Tibi, como por ejemplo, la «democracia de la Autoridad Palestina», o si se quiere con mayor énfasis ético, las de Líbano, Siria, Qatar o Irán, agregó el reporte.
La democracia israelí es perfectible, como muchas otras, y avanza en esa senda. ¿Qué Estado democrático en el mundo consentiría que fueran electos en su Parlamento representantes de ideologías que buscan la destrucción de ese mismo Estado que les permite ser elegidos? Probablemente ninguno, preguntó y respondió el diario.
«El diputado Tibi se equivoca. No puede pretender que seamos jueces o árbitros en sus conflictos», agregó.
Por otro lado, el parlamentario parece olvidar que Israel resolvió ya gran parte de sus diferencias territoriales con sus vecinos: Egipto en 1982, Jordania en 1994 y Líbano en 2000, mientras que los palestinos, por el contrario, siempre reiteran una negativa a resolver las disputas, a pesar que desde los Acuerdos de Oslo de 1993 obtuvieron satisfacciones progresivas.
Finalmente, el informe destacó que son muchos los árabes-israelíes que trabajan codo a codo con judíos-israelíes y cristianos-israelíes, en medio de un Estado predominantemente judío, sin haber sentido algún tipo de discriminación.
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