En junio de 2004, en plena segunda Intifada, un grupo de soldados y ex combatientes sacudió la sociedad israelí, sorprendida e indignada por sus críticas a la acción de un Ejército que luchaba contra el alzamiento palestino.
Convertidos en el «semáforo rojo» de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) hasta entonces ajenas a la censura, fueron tratados primero como uno más de los movimientos pacifistas extravagantes que las naciones en armas generan, y después, a medida que el telón del miedo caía, como un grupo de traidores, cobardes e indolentes.