Todos tienen parte de razón; los que sostienen que el primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, tiene ahora motivos para estar preocupado; y también los que aseguran que la relación entre Israel y Estados Unidos va más allá de los gobernantes de turno.
A Israel se lo conoce en la jerga electoral estadounidense como uno de esos Estados decisivos, porque lo que opinen los israelíes y sobre todo, los judíos estadounidenses, pesa casi tanto como lo que voten en Ohio.
Hace pocos días se cumplieron 17 años del asesinato del primer ministro de Israel Itzjak Rabín. No fue una fecha redonda, uno de esos aniversarios simbólicos del que todos hablan por la cantidad de años transcurridos; pero para la sociedad israelí, más allá de los actos oficiales de recuerdo, la fecha debe ser una de las más sagradas del calendario nacional.
Conforme se aproximan las elecciones en Estados Unidos, con gran cautela se vuelve la política exterior uno de los puntos a debatir. No es secreto que durante los últimos 50 años ha existido cierta consistencia de largo plazo en la política exterior estadunidense.
«Donde no hay dioses no hay blasfemia». Así empezaba un artículo de Lluís Bassets en El País. Y continuaba: «Castigar la blasfemia es propio de sociedades teocráticas, organizadas según las leyes de los dioses y no de los humanos».
Un promedio de dos cohetes por día desde el 1º de enero del 2012 aterrizó en localidades civiles en el sur de Israel, más de 65 ayer miércoles - al menos hasta finalizada esta nota -, otros 50 el martes, lo cual significa, por mero cálculo matemático, que hubo también días tranquilos. ¡Qué afortunados que son los habitantes del sur de Israel! Hasta pasan días sin tener que correr a los refugios, sin tener que buscar resguardo.
Obedeciendo a una tradición ya centenaria, el próximo mes el pueblo norteamericano concurrirá a las urnas para elegir al presidente que los gobernará durante la cadencia venidera.
Hace varias semanas fui testigo de un conflicto en torno a Jerusalén en la Convención Nacional Demócrata que, en el contexto de los incidentes similares acaecidos, brinda una información importante del distanciamiento encubierto de la propia formación con respecto a Israel.
El debate electoral fue importante no sólo porque Mitt Romney «ganó» y, con ello, energizó su moribunda campaña. Fue importante porque Romney ganó en una forma que expuso y profundizó las dos mayores vulnerabilidades del presidente Barack Obama en estas elecciones; mientras que Romney superó, al menos por una noche, sus mayores debilidades.