No cabe duda que en las últimas semanas, la guerra, la retórica, no la real, entre Israel e Irán se ha intensificado. El presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, declaró, sin más ni más, en un evento con motivo del «Día de Jerusalén» que la mera existencia de Israel es un «insulto hacia la humanidad», una vez más insinuando que Israel no es un Estado legítimo y que su erradicación sería un acto justificado.
A nadie le gusta admitir errores. A mí tampoco, pero a veces no hay más remedio. Uno de estos sábados viajé hacia el norte y pasé largas horas observando como los Altos del Golán enrojecían al ponerse el sol. Pero, de a poco, el deleite de esa belleza natural se me fue transformando en un pesado malestar.
El juego preliminar de la Guerra de los Seis Días y el ataque a Irán
Desde la creación del Estado de Israel sólo la Guerra de los Seis Días permitió que el público fuese testigo de arduas discusiones internas previas a la orden de ataque.
Es sabido que siempre hay un factor israelí en la elección presidencial en Estados Unidos y, por tanto, en las campañas electorales y quien quiera pruebas puede leer el indispensable y muy académico libro de Mearsheimer Walt «El lobby israelí», dedicado a AIPAC y a su influencia.
La prestigiosa revista británica «The Economist», considerada por muchos la mejor revista de información política y económica en el mundo, publicó en su número de fines de julio, un informe especial dedicado al judaísmo y los judíos.
Tras 12 años de escabrosas y prolongadas investigaciones desde el atentado al edificio de AMIA en Buenos Aires, en octubre de 2006, los fiscales a cargo del caso acusaron formalmente al gobierno iraní de planificar el atentado y al movimiento Hezbolá de ejecutarlo.
El mundo judío sigue con gran atención la actual lucha entre la ultraortodoxia y la mayoría laica en Israel. Esta confrontación constituye una singular ironía histórica, porque si bien el sionismo ha tenido muchos enemigos seculares en el seno del pueblo judío desde que Theodor Herzl lo creara a fines del siglo pasado, la hostilidad más tenaz y persistente fue la de la ultraortodoxia.
«Va a colapsar, y cuanto más tarde, más duro será», alertó esta semana el economista palestino, Tareq Sadeq, profesor de la Universidad de Birzeit en Cisjordania, al explicar la burbuja económica que crece en la Autoridad Palestina (AP).
Observamos con preocupación los eventos en Siria. Casi de más está decir que la caída de un déspota como el presidente Bashar el-Assad siempre se vislumbra como algo auspicioso y aquí parece sin duda sólo cuestión de tiempo hasta que se pueda decir formalmente que terminó su régimen.