La profunda crisis que vive el mundo árabe prueba, según autoridades israelíes, que la tensión en Oriente Medio no está ligada al conflicto israelí-palestino, sino a dinámicas internas del islam y al factor desestabilizador que representa, a sus ojos, la aspiración de hegemonía de Irán.
No pasa un día sin que el mundo nos envíe el eco de alguna catástrofe en la que los musulmanes son a la vez los actores principales y las víctimas más numerosas. Como una colección macabra, he recogido al azar, durante una sola semana, algunas de estas tragedias internas del mundo musulmán, cometidas por musulmanes contra otros musulmanes, y perpetradas siempre en nombre del islam.
La Guerra del Sinaí, en 1956, representó un punto de inflexión para la diplomacia europea. La brillante victoria militar de la alianza entre Reino Unido, Francia e Israel se convirtió en una estruendosa derrota para las históricas pretensiones de mantener la supremacía europea en la región. Justamente, Dwigth Eisenhower y Nikita Khrushchev los destituyeron inmediatamente de su histórico papel de actores principales para convertirlos hasta el día de hoy en simples utileros o extras en la función de cine continuado que es el conflicto de Oriente Medio.
Ya está. La voragine se acabó. Desde esta semana ya hay gobierno, le guste a quien le guste. Y a quien no, que siga trabajando para ser alternativa dentro de cuatro años - o tal vez menos - en el complejo sistema político israelí.
De los dos grandes acontecimientos institucionales de peso global sucedidos en los últimos días, las elecciones en Reino Unido y la conformación del gobierno en Israel, el primero parece un viaje sereno, pero el otro es un páramo imprevisible que quedó, razonablemente, bajo la preocupada observación de las potencias.
Nos tocó vivenciar una pérdida de oportunidad significativa debido a la incapacidad de visión de los distintos gobiernos de Israel, que no identificaron durante 25 años la ira acumulada dentro de la colectividad judía de origen etíope.
Me pregunto si Obama, pese a sus orígenes keniatas e indonesios, negoció alguna vez por una alfombra o cualquier otra cosa en un bazar de Oriente Medio. Si sus conversaciones con Irán son una suerte de indicio, se trata del típico turista ingenuo que paga 100.000 dólares por una alfombra que sólo vale 100.
Buyi Herzog Y Tzipi Livni demuestran ser dignos herederos de Shimón Peres y portadores del gen de la traición política. Esta deformación de un ADN ideológico puro en los componentes del hoy llamado Grupo Sionista no es repentina y ya acumuló dos fructíferas décadas desde el asesinato de Rabín.
El nuevo ministro israelí de Finanzas se llama Moshé Kahlón, líder del recién creado partido Kulanu. A pesar de no haber sido nombrado oficialmente, prácticamente no hay chances de que no sea él quien ocupe ese cargo.