El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, exige a la dirigencia palestina el reconocimento de Israel como Estado nación del pueblo judío. Para el mandatario hebreo se trata de un factor fundamental para lograr un acuerdo definitivo de paz.
Un revuelo se montó hace poco en Israel a tenor de una pregunta completamente teórica: ¿tendrían permiso para vivir bajo un Gobierno palestino los israelíes asentados hoy en Cisjordania? Este debate centra de forma benéfica la atención en una de las cuestiones más espinosas y arraigadas del conflicto árabe-israelí, y por ello merece valorarse.
Los rumores que corren por Jerusalén sugieren que muchos israelíes malinterpretan la obsesión de John Kerry con el proceso de paz: creen que quien fuera candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos en 2004 está sirviéndose de las negociaciones entre israelíes y palestinos como trampolín para desafiar a Hillary Clinton en la nominación de 2016.
Como firme defensor de la solución de dos Estados y crítico ante la política de asentamientos israelí, me siento especialmente consternado ante los intentos de imponer boicots, desinversiones y sanciones (BDS) a Israel y nada más que a Israel, pues el movimiento BDS hace que resulte más difícil alcanzar una solución pacífica al conflicto de Oriente Medio, algo que exige un compromiso por todas las partes.
Escribí una serie de notas desde Israel en las últimas dos semanas porque creo que si el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, saca adelante su proyecto de paz y presenta a las partes un marco claro para un acuerdo, Israel y el pueblo judío enfrentarían una de las decisiones más cruciales de su historia. Y cuando lo hagan, toda la destrucción podría estallar en Israel.
De las negociaciones actuales entre israelíes y palestinos saldrá una nueva frontera entre Israel y Palestina. Si el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, logra, por un lado, convencer a los palestinos de que sigan negociando un año más y de que no acudan con demandas a organismos internacionales - entre ellos, el Tribunal Internacional de La Haya - y si, por otro lado, consigue hacer que el Gobierno israelí acepte el documento que está preparando y firme las condiciones que establece EE.UU, es muy probable que se llegue a la solución de dos Estados sobre la base de las fronteras de 1967.
Es bastante claro ahora que el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, será ya sea la salvación diplomática de Israel o el fanático diplomático más peligroso que el Estado judío haya encontrado alguna vez.
El proceso de paz entre israelíes y palestinos, obstaculizado por las diferencias irreconciliables entre las partes, siempre dependió del contexto estratégico regional. Nació, al fin y al cabo, a raíz de la primera Guerra del Golfo, y fue facilitado por las consecuencias del fin de la Guerra Fría. En la actualidad, el proceso está moldeado por dos grandes dinámicas, la denominada «primavera árabe» y el acuerdo nuclear con Irán.
Durante ya cierto tiempo me he preguntado por qué no ha habido una tercera Intifada. Esto es, ninguna insurrección palestina en Cisjordania, la primera de las cuales contribuyó a impulsar el proceso de paz, en tanto la segunda - con más munición viva del lado israelí y atentados suicidas del lado palestino - condujo al rompimiento de los Acuerdos de Oslo.
El capitán Roni Kaplan, uruguayo de nacimiento, es un destacado oficial de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) cuyo enérgico servicio como vocero hispanoparlante le acreditó el privilegio de ser condecorado como oficial sobresaliente por el teniente general Benny Gantz, jefe del Estado Mayor de las FDI.