Una de las grandes mentiras, o al menos de los serios errores conceptuales, que acompañan la cobertura de Oriente Medio y el mundo islámico, es que «la cuestión palestina», el conflicto entre Israel y los palestinos, es el motivo principal de inestabilidad y raíz de la violencia en la región. Nada más lejos de la verdad.
Hillary Clinton reinició hace poco el debate de quién perdió Siria cuando sugirió que el presidente Barack Obama cometió un error al no intervenir con mayor fuerza en las primeras etapas de la guerra civil de ese país, armando para dicho fin a rebeldes en pro de la democracia.
El semanario de izquierda uruguayo «Brecha» es virulentamente anti-israelí, pero nadie puede acusar a sus redactores de antisemitas. Generalmente recurren al testimonio de israelíes extremistas que suelen coincidir con las críticas árabes más agresivas contra Israel. Después de todo nadie espera de los propios judíos que sean antisemitas.
A mediados de mayo de 2013, el primer ministro Israelí, Binyamín Netanyahu, viajó de urgencia a Moscú a entrevistarse con el presidente Vladimir Putin. La temática central determinó la premura del encuentro: en pocos días el Gobierno ruso se proponía cerrar la venta de modernos sistemas de defensa aérea S-300 a Siria. El objetivo de Netanyahu consistía en exponer su total oposición y desacuerdo a este negocio. Hasta la fecha la operación está aún pendiente de concreción.
El operativo «Margen Protector» terminó. Fue más bien una guerra iniciada por Hamás, que no dudó en llevar una vez más a su gente a la destrucción y la muerte.
Han sido comparados varias veces por los medios de comunicación hasta el punto de que se ha sugerido insistentemente que Bin Laden fue el Che Guevara del mundo islámico. Por supuesto, la izquierdas tercermundistas (o sus restos) se defienden de tan macabra comparación. ¿Cómo comparar a un asesino terrorista como Bin Laden - nos dicen - con ese revolucionario racional, ateo y secular, lleno de idealismo y de amor por los pueblos y a la humanidad que era el Che Guevara?
La era del Israel unido y solidario se acabó. El proceso fue largo, pero el momento de concientización es corto, muy doloroso y se está desarrollando en estos mismos instantes.
En estos días se cumplen dos décadas desde que la izquierda israelí quedó huérfana de líderes carismáticos, visionarios y capaces de movilizar una mayoría popular que permita poner fin al alocado proceso de colonización de Cisjordania arribando a una solución pacífica y de compromiso con los palestinos.
¿Cuál es la estrategia adecuada para hacer frente a un mundo cada vez más dividido en zonas de orden y desorden? Para empezar, deberíamos entender mejor las fuerzas del desorden, como Boko Haram o el Estado Islámico (EI).
La guerra entre Israel y Hamás volvió a despertar al monstruo dormido del antisemitismo europeo. No ocurre lo mismo en América Latina. Cierto, los Gobiernos de Chile y Brasil llamaron a sus embajadores en Israel, Fidel Castro lo acusó de genocidio y los gobernantes fieles a la revolución bolivariana hicieron público su repudio. Pero este rechazo no implica antisemitismo.