No. No fue un impulso repentino el que llevó a Hassan Rohani y a Barack Obama a conversar por teléfono. No, detrás de ese llamado hay muchos encuentros, muchos correos, muchas consultas, muchos sondeos.
Los notables signos de debilitamiento del Kremlin, que ya se hicieron evidentes hacia fines de la década de los '70, la estrepitosa y repentina caída del Muro de Berlín junto al consecuente desmoronamiento de la mítica Unión Soviética a finales de la década de los '80, se constituyeron retrospectivamente en los hitos que marcaron el comienzo de una nueva y prolongada era, la época de las vacas gordas para Israel y el pueblo judío.
La diplomacia nunca había sido testigo de algo similar a la errática y mareante secuencia de acontecimientos relativa a Siria que comenzó el miércoles 21 de agosto y concluyó tres semanas y media después, el sábado 14 de septiembre.
Pese a declaraciones oficiales apoyando la solución momentánea de la crisis del armamento químico en Siria, la mayoría de los analistas coinciden en describir un claro descontento y hasta un oculto malestar del liderazgo israelí, no tanto por el marco del acuerdo, sino fundamentalmente por el consecuente deterioro de la amenazante imagen de Obama como líder de la potencia mundial número 1 y sus posibles implicancias futuras en su enfrentamiento con el programa nuclear iraní.
El sionismo es un concepto simple, claro, fácil de definir y comprender, pero en los últimos veinte a treinta años, este simple término se ha convertido en una de las ideas más confusas y complicadas de identidad, y su uso distorsionado ha imposibilitado llegar a un acuerdo sobre su significado.
Si usted es un estadounidense promedio y está confundido y preocupado porque nos enredemos en una guerra civil en Siria que no se puede ganar, hace bien en estar interesado. Significa que está prestando atención.
Michael Oren, embajador de Israel en EE.UU, que finaliza sus funciones en estos días, aprovechó la oportunidad del 64° aniversario de la independencia para expresar su profundo desconsuelo y decepción ante un proceso de continuo desgaste de la reputación del Estado judío en EE.UU. Sus añoranzas y nostalgias le trajeron a la memoria la inolvidable revista «Life», que en su destacada edición de mayo de 1973 alabó y elogió efusivamente al Israel de entonces.
El Gobierno de Obama lucha claramente con su política hacia Siria, pero se trata realmente de un problema realmente complejo. Es necesaria una respuesta estratégica que, de manera simultánea, disuada otro ataque de Assad con armas químicas, no involucre a Estados Unidos en la guerra civil de ese país ni lleve a un repentino colapso del Estado sirio con todo su arsenal tóxico, o peor, a un fortalecimiento del régimen y sus aliados, Hezbolá e Irán.