La pregunta a la que el gobierno de Israel debe responder es una pesadilla: ¿Liberar a Gilad Shalit a cambio de terroristas asesinos? ¿Salvarlo excarcelando a quienes pueden volver a matar? Las encuestas indican que la mayoría de los israelíes están a favor de hacerlo.
Si Netanyahu mantiene su rechazo a la propuesta de Obama, EE.UU no le impondrá sanciones ni detendrá su ayuda. Pero en tal caso, Israel terminará siendo un cliente más en vez de un socio. Y clientes de EE.UU hay muchos en Oriente Medio y en el resto del mundo.
Israelíes y palestinos deben abrazar la opción negociadora, sentarse sin proclamaciones, sin límites ni promesas para terminar con el conflicto. Cada uno tendrá sus líneas rojas, algunas legítimas y otras no. Que las presenten habiendo aclarado antes a sus pueblos que el fracaso no es opción.
La población israelí debe estar convencida de que los palestinos están interesados en dar por terminado el conflicto y reconocer el carácter judío de Israel. Por su parte, Israel estará dispuesto a reconocer al Estado palestino en el marco de las negociaciones de un acuerdo definitivo.
Seremos capaces de ceder el control político de parte del territorio y habremos de tomar esa decisión porque compartimos un común ideal sionista que sólo podrá ser preservado por medio de tal concesión. Llegó el momento de asumir la responsabilidad de nuestro propio destino.
Obama, Netanyahu y Abbás gozan de una mayor popularidad que la que tenían hace algunos meses. Obama eliminó a Bin Laden, Netanyahu superó a Obama y Abu Mazen unificó a su pueblo. Los tres ganarían las elecciones y ninguno se apresura a cambiar el status quo.
Israel considera que Hamás, de abierta orientación islámica fundamentalista, fagocitará al socio palestino laico. La apertura del paso de Rafah, estima Jerusalén, facilitará la transferencia iraní de armamentos y paramilitares movilizados por Teherán para reiniciar las hostilidades.
Netanyahu no preparó el terreno para un nuevo conflicto armado. No se ocupó de realizar las maniobras diplomáticas necesarias para asegurar la victoria. Bibi no está perdiendo la oportunidad de alcanzar la paz con los palestinos; está perdiendo la próxima guerra israelí.
Nadie podría señalar con mayor precisión que Netanyahu las idas y vueltas de los palestinos, sus odiosas aspiraciones y su violencia, y no existe nadie igual a ellos para rechazarlo casi eufóricamente. Cada lado no hace más que apuntalar al otro en un interminable "nada a cambio de nada".
Un discurso muy pulido, muy estudiado, escrito con fibra. Un discurso para el aplauso cerrado. Una disertación que casi estableció un Estado palestino. Un alegato con música de paz, con insinuaciones para ser interpretadas, con el inglés digno de un rey. Un discurso fenomenal. Sólo que...