Sin duda, una de las imágenes icónicas de este tiempo es la del presidente egipcio Hosni Mubarak - durante tres décadas, un faraón moderno - siendo llevado a la corte, encerrado en una jaula. "La pirámide del poder está patas para arriba", afirmó Yaron Ezrahí, un politólogo israelí.
La justicia social, a diferencia de un tratado de paz o de la liberación de Gilad Shalit, es algo factible, ya que sólo depende de nosotros. Además, puede implementarse a cualquier precio ya que no está supeditada a las consideraciones de Mahmud Abbás o de Hamás.
El grito que se escucha en las protestas en Israel - "El pueblo exige justicia social" - puede ciertamente confundirse con un pedido de caridad, como si los manifestantes dijeran: "Su Alteza Real, la gente quiere pan".
Vale la pena responder con "sin comentarios" e incluso desmintiendo, si es posible, a la cuestión de analizar el tema "Anulación de los Acuerdos de Oslo". Después de todo, quienes examinan realmente esa posibilidad son los palestinos.
Theodor Herzl no era socialista pero comprendió muy bien que una empresa revolucionaria como el sionismo no podía tener éxito si únicamente habría de basarse en el modelo de mercado capitalista.
No existe la verdad, o al menos, no una sola verdad. En lugar de exhaustivos estudios y posiciones bien fundamentadas lo que tenemos es una disputa entre vecinos gritándose unos a otros: "Ya es hora de te que enfrentes a los hechos".
Son numerosos los temas relacionados al conflicto entre Israel y los palestinos que desatan discrepancias y agudas discusiones no sólo entre las propias partes enemistadas sino dentro de cada uno de los pueblos. No todos los israelíes piensan igual ni tampoco los palestinos.
José María Aznar continúa impulsando "Friends of Israel Initiative" ("Amigos de Israel"). El ex presidente del gobierno de España acaba de publicar un artículo titulado "Cómo no crear un Estado palestino". En dicha nota Aznar resalta el craso error que representaría la declaración unilateral de un Estado palestino.
Ya no posible continuar desoyendo la voz de protesta que surge de las plazas, las calles y las redes sociales. Es imposible seguir aceptando los precios abusivos, las brechas cada vez más anchas, el abandono de los marginados, el debilitamiento de la justicia y la pérdida de solidaridad.