A raíz de la difusión de lo que sus autores titularon "Declaración conjunta para poner fin a la ocupación y el racismo, en apoyo de la lucha del pueblo palestino para lograr sus derechos nacionales y contra la opresión nacional y social", y ante las falsedades que en ella se vierten me veo en la obligación como judío y como ciudadano israelí de manifestar lo siguiente:
Al solicitar el regreso de su embajador, Turquía no hizo otra cosa más que mostrar el camino a los embajadores de Egipto y Jordania en Israel; y eso es sólo el comienzo. Una vez que la ONU reconozca al Estado palestino, éstos no podrán seguir considerándose como una entidad temporal.
Yo acuso al gobierno de Israel (a varios de ellos) no sólo por su incapacidad para garantizar el cumplimiento de los derechos socioeconómicos de sus ciudadanos, sino también por su completa ineptitud para garantizarles seguridad.
Las actuales protestas en todo Israel no están motivadas sólo por el problema de la vivienda, ni por el de la educación, la salud o la falta de asistencia social; tampoco por el de la paz o por lograr una reducción de las brechas sociales.
¿Qué es lo que quiere Erdogán? Más allá de sus jueguitos de honor, sus ataques de ira y sus demandas de disculpas, la situación del primer ministro turco se ha complicado y, a falta de logros, está tratando de obtener puntos a cuesta de Israel.
Septiembre ya llegó, y aún no sabemos lo que habrá de depararnos. Pero, ¿por qué no está del todo claro si obviamente podemos ver lo que se avecina? Ya no necesitamos astrólogos de los servicios de inteligencia advirtiéndonos sobre el mal: es demasiado tarde para evitarlo.
La verdad es que a nosotros nos gustan las juntas militares. En el mundo árabe, en Chile o Argentina. Hablan un mismo idioma; sus intereses son estrechos y específicos; están seguras que sin ellas sus países se perderían en el caos y que la democracia es una receta para el colapso del país.
Debemos centrar la atención en las presiones de distintos sectores para apropiarse de la protesta social, incluido usted, Sr. Avnery, quien intenta hacerlo, aunque lo único que logrará es lo contrario. La sociedad israelí ha madurado de golpe y el resonar de las sirenas no la confundirán.
Fuimos afortunados al ocupar Cisjordania. De no haberlo hecho, ¿dónde hubiéramos ido a vivir?; ¿quién hubiera sido capaz de saber cuánto se incrementarían los precios de la vivienda? La promesa divina está revelando ahora toda su capacidad de profecía acerca del sector inmobiliario.
Si esta semana Livni hubiera sido primer ministro, y Mofaz ministro de Defensa, Israel estaría en medio de una guerra sangrienta. El lector leería este periódico mientras las ciudades israelíes arderían en llamas; cientos de soldados serían enterrados, y la paz con Egipto se desmoronaría.