El problema central de la democracia no reside sólo en la concepción de quienes promueven polémicas leyes, sino en la inacción de quienes expresan su negativa sólo en los medios. Si en el momento de la verdad desaparecen de la Knéset y no votan en contra, de nada servirán sus palabras.
La tormenta pública y mediática generada en Israel a raíz del informe sobre el programa nuclear iraní es una exageración. Quienes deberían preocuparse son los miembros del régimen de Irán. Dicho programa se está convirtiendo en una maldición para él. Si la bomba se hace realidad, provocará su caída.