En los últimos meses se desarrolla un debate crucial en EE.UU ; si permitir o no la construcción de una gran mezquita a apenas dos cuadras de la Zona Cero, el lugar en que terroristas islámicos incendiaron las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio de Nueva York.
Seremos capaces de hacer frente a cuestiones de justicia en el futuro, y también de modificar las fronteras si es necesario; por el momento, conformémonos - nosotros y los palestinos - con un alto el fuego que tendrá como base los intereses comunes en lugar de un amor mutuo.
Así como judíos no son quienes determinarán si los palestinos constituyen un pueblo o no, así los palestinos no puede determinar si los judíos son un pueblo o no. Se trata de un problema de autodeterminación.
Al ver la competencia salvaje y los golpes bajos aplicados por los generales en su ambición de ser designados Jefe del Estado Mayor de Tzáhal, parecería que el cargo no es ahnelado por lo que significa, sino un trampolín hacia mayores aspiraciones de poder.
Lo injusto no fue la desconexión de Gaza sino el asentamiento en ese lugar. La gente que se estableció allí, adultos responsables, fueron advertidos tempranamente acerca de los riesgos de su acción, pero no quisieron escuchar.
A lo largo de todo el conflicto, líderes árabes e israelíes han oscilado entre dos, y únicamente dos, puntos de vista: "Soy débil; ¿cómo puedo llegar a un acuerdo?", "Soy fuerte; ¿porqué debería transigir?" Hoy, Israel tiene mucho de esta segunda postura.
Debe ser el calor del verano. La verdad no lo sé. El caso es que los lunáticos de izquierda parecen estar más locos que de costumbre cuando se trata del Estado de Israel y del pueblo judío.
Israel es una democracia fuerte; un estado de derecho; su nivel de vida es alto; existen posibilidades que se pueden materializar. La mayoría de la población árabe israelí lo sabe perfectamente. Entonces, ¿porqué no querrá tomar parte en su defensa?
Netanyahu es un recluso que no se desprende de su cárcel coalicionista y de los grilletes de su hogar paterno. Las cartas que oculta son pedazos de papel, cuyos titulares para sus discursos como el de Bar Ilán están escritos en ellos.
En un tiempo no muy lejano Israel contaba con líderes menos ególatras y millonarios pero con suficiente visión para entender que devolver soldados prisioneros a sus hogares o no expulsar niños de su territorio, no pone en peligro la seguridad del Estado sino que la fortalece.