Hace una semana, el presidente norteamericano, Barack Obama, pronunció un discurso en una sinagoga de Washington, donde abordó directamente las preocupaciones y aspiraciones del pueblo judío, identificándose sin ambages con sus valores éticos y también con la trayectoria ética judía en tanto metáfora de la búsqueda universal de paz y justicia.
Haciendo orden en mis archivos encontré un elocuente material explicativo de la BBC de febrero de 2009 sobre el apaciguamiento de Hitler por parte del gobierno británico en 1938. El artículo es muy claro, sintético y didáctico.
Todo sucedió en un mismo día. Por la mañana Obama en declaraciones periodísticas se tiró contra Netanyahu y su política con los palestinos y de ampliación de los asentamientos, que atenta contra la paz y los intereses de Estados Unidos con los países árabes, no cuidó las palabras, no hubo medias tintas.
El «milagro económico israelí», del cual tanto se jactan numerosos voceros, fue capaz de abarrotar todos los mercados con la mejor calidad de productos en abundancia. Solo uno escasea: «la vergüenza».
Los últimos meses han traído una dramática escalada en el conflicto en Oriente Medio, casi todo relacionado con tensiones entre musulmanes sunitas y chíitas, que a su vez son avivados por una lucha de poder entre el Irán chiíta y la Arabia Saudita sunita por la supremacía regional.
Señores cayó el telón y la farsa se acabó. Tras seis largos años de promesas huecas, Netanyahu reconoció delante de todo el mundo que su identificación con la solución de «dos Estados para dos pueblos» en el conflicto con los palestinos se trataba de una artimaña patrañera.
Ante la concreción de un entendimiento entre las potencias más poderosas - los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania - con Irán, el futuro del planeta debería vislumbrarse más pacífico y luminoso.
Todo proyecto político-ideológico elige los poetas que se merece. La epopeya del resurgimiento nacional judío y sus primeros años de vida independiente en Israel se caracterizaron por un permanente conflicto entre posiciones socialistas con visiones teóricamente transigentes de la denominada izquierda frente a los grupos intransigentes de derecha.
Es improbable que el paso del Vaticano hacia el reconocimiento del Estado de Palestina sea sólo producto de un justificado impulso moral y de la voluntad única de la Iglesia. La curia católica hace tiempo que se refiere a los palestinos como el Estado que debería ser.
En 2003, Estados Unidos - que, junto con sus aliados de la OTAN, ya había ocupado Afganistán - derrocó al gobierno de Saddam Hussein en Irak y doblegó a su Ejército. Los líderes de Irán, alarmados porque el país estuviera rodeado, no perdieron tiempo y ofrecieron a Occidente un acuerdo conveniente que abarcaba todas las cuestiones polémicas, desde el desarrollo de armas nucleares - interrumpieron su programa nuclear militar - hasta la seguridad regional, incluido el proceso de paz israelí-palestino y su apoyo a Hezbolá y Hamás.