Esta nota podría titularse «crónica de un pacto anunciado», pues el acuerdo se iba a firmar de una forma u otra. Ya desde hace meses todo estaba dispuesto para la rúbrica y nada iba a impedirlo.
«Hay que provocar en el que escucha que piense por su cuenta. No hay que adoctrinar, hay que provocar» (José Luís Sampedro, escritor, humanista y economista español (1917-2013))
Después de la guerra de la Guerra de Yom Kipur, recuerdo haber visto una caricatura que presentaba al presidente egipcio, Anwar Sadat, tendido boca arriba en un cuadrilátero de boxeo.
Si se analiza superficialmente el tinte de algunos de los últimos mensajes de su campaña electoral para ser elegida presidente de EE.UU, muy fácilmente se puede diagnosticar que Hillary Clinton está bajo los efectos de una amnesia galopante.
Las relaciones entre dos estrechos aliados como son Israel y Estados Unidos van de mal en peor. Tienen que ver con el acuerdo nuclear con Irán, que sobre el papel debería cerrarse a finales de mes. También tiene que ver con la fuerte divergencia entre Obama y Netanyahu respecto a la creación de un Estado palestino. Pero no solo.
En 1948 la Organización de Naciones Unidas promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y encomendó a la Comisión de Derechos Humanos la responsabilidad de asegurar el cumplimento por parte de los Estados miembros.
En el mundo se ha observado una rápida sucesión de esfuerzos para deslegitimar a Israel. Hace unas semanas, el director ejecutivo de la empresa francesa de telecomunicaciones, Orange, declaró en una conferencia de prensa en El Cairo su deseo de separarse de un socio estadounidense que tiene vínculos muy estrechos con Israel.
En Israel de los últimos años, un ganso enjaulado vale más que un hombre preso, especialmente si se trata de un palestino.
Algunos, en Oriente Medio, tienen conciencia de que los acuerdos secretos que Washington y Teherán podrían firmar el 30 de junio próximo - al margen del acuerdo multilateral sobre la cuestión nuclear - determinarán probablemente las reglas del juego para los próximos 10 años.
A raíz de la última polémica, protagonizada por el CEO del gigante de las telecomunicaciones Orange, Stephen Richard, el movimiento BDS ha vuelto a salir a la palestra internacional.